Granujas de medio pelo

Ahora, que ni las democracias caen ya a tiros y sesientencoños ni se atracan los bancos (ni las farmacias) como antes, lo de ayer en el Senado, por obras en el Congreso, fue lo más parecido que he visto yo últimamente a un atraco con rehenes. Sin disimulos, a cara perro. Lo malo es que no era una peli y que, a quien tienen por rehén los separatistas es a nuestro gobierno (por haber cedido al chantaje de votos por investidura), lo que está en peligro es la igualdad entre ciudadanos y la separación de poderes. Nuestra democracia constitucional misma. Y, claro, se te arruina la diversión cuando no es ficción inocua, cuando no hay tramoya y se huele el atropello.

A Yolanda Díaz, como si se cayese de un guindo, se le ha escapado un «es muy difícil gobernar así», al verse ensogada y en el suelo. Como si se esperase otra cosa al frente de ese cubata hecho de culines que es Sumar, pactando con un Sánchez que, sin darle los números, no tenía más remedio que hacerlo también con ERC. Y con EH Bildu. Y con BNG, y con PNV y con Coalición Canaria (que se subió al autobús en marcha). Y con Junts, cuyos siete votos, imprescindibles, son los que le traen y le llevan, como a la Zarzamora un querer desgraciao, por la calle del dolor.

Lo malo de ceder a un chantaje una vez, esto es de primero de delincuencia, es que la cuestión ya no es si habrá otro intento, sino cuánto tardará en ocurrir. Y a Puigdemont solo le ha faltado pedir la independencia por la vía de urgencia (ni referéndum ni leches), un millón en billetes no numerados, dos pizzas familiares con doble de 'pepperoni' y un helicóptero en la azotea.

El Gobierno, maniatado y boca abajo, con el bruxismo sanchista de las grandes ocasiones, sostiene que le dejen solo, que lo tiene todo controlado. Que si la mayoría progresista, que si la convivencia.

Como peli de secuestros, me ha resultado previsible. Como sinopsis de la legislatura que nos espera, impagable.