Cobertura rutinaria y forzada

NUEVA YORK. Las grandes cadenas de televisión hace tiempo que resolvieron la ecuación entre respeto a las víctimas del terror y a las leyes del mercado. Ya no se considera obsceno interrumpir el recitado de los nombres de los muertos del 11-S con cortes publicitarios o enconados debates políticos.
Salvo cadenas tradicionales, como la NBC o la CBS, que transmitieron en directo desde la zona cero de Manhattan la ceremonia completa, los canales que emiten por cable, como CNN, MSNBC y la Fox dieron paso a publicidad y -en el caso de la Fox- hasta entrada a la campaña electoral, con un afiebrado debate entre partidarios del presidente George W. Bush y del candidato demócrata a desbancarle, John Kerry.
Los primeros planos de las lágrimas y los abrazos de los deudos del 11-S eran reales y resultaban conmovedores, pero la sensación que destilaban comentaristas, diarios y conversaciones es que aunque el luto y la memoria son obligados, hay que «pasar página». Lo resume con sequedad el escritor Walter Kirn en el «magazine» dominical del New York Times, que los subscriptores reciben la víspera: «Si el 11-S va a existir sobre todo para que los políticos puedan manipular nuestras almas y nuestras mentes, es tiempo de dejarlo atrás».
La más respetada y profesional cadena de radio, National Public Radio (NPR, la radio pública, patrocinada por sus oyentes, fundaciones y una pequeña aportación federal), informó de los actos del 11 de septiembre en Washington y Nueva York. Pero en vez de retransmitir en directo la ceremonia siguió con su programación habitual.
Mientras la CBS retransmitía la lectura de los nombres de los muertos, NPR ofrecía un reportaje acerca de la dificultad de crecer y fabricarse una identidad siendo hijo de famosos como Bob Marley o Johnny Cash. En cuanto acabó el acto en la zona cero, las cadenas de televisión reanudaron de forma presurosa la programación habitual.
«Hartazgo»
«Cansancio» y «hartazgo» eran términos con los que era fácil encontrarse en vísperas del tercer aniversario del 11-S. Y el propio Kirn reproducía la frase «terrible» de un amigo, que reconocía que decía literalmente que estaba «harto» del 11-S y que no pensaba contemplar nada de la ceremonia por la televisión. Paradójicamente, los republicanos celebraron su convención nacional en Manhattan para aclamar a Bush como candidato a la Presidencia, aprovechando el tirón de ciudad mártir y su exaltación de comandante en jefe en la «guerra contra el terror» que sigue en Irak.
Claro que ni el presidente ni sus jaleadores entraron en la «minucia» destacada por la comisión que investigó el 11 de septiembre: que Irak nada tuvo que ver con los atentados de hace tres años.
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