Emoción en el adiós
Tres horas precisó Alberto Ruiz-Gallardón para hacer balance de su gestión en su despedida de la Cámara regional como máximo responsable de la Comunidad de Madrid. En el repaso fue inevitable que la emoción asomara en la garganta del presidente madrileño, hasta que su voz por momentos se tornó quebradiza. Tras el semblante del político frío que se ciñe al guión sin inmutarse, ayer apareció otro Gallardón, menos pragmático y al tiempo más cercano. Los dos hombres son el mismo.
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