El timo del mito
En la historia de la Literatura hay un tema satírico de tal densidad cáustica que lo aprovechan, entre otros autores, algunos de la talla del infante don Juan Manuel, Miguel de Cervantes y Christian Andersen. Un tema que acierta a desnudar al ser humano mostrando la integridad de su memez, memez que constituye una constante invariable en el espacio geográfico y en el tiempo, por lo que su vigencia no se ha visto alterada con el paso de los siglos, ni se verá en el futuro.
Tal tema es demasiado atractivo para que se le escape a Albert Boadella, bufón mayor del Reino, título ganado a pulso y sin que suponga el menor desdoro ni sospecha de peyorativo. Con el olfato teatral que tiene sobradamente demostrado, comienza mostrando a los espectadores que no lo conozcan el entremés cervantino del que se apropia el título, vestido a lo Comedia del Arte y situado en el siglo XVI, sin más alteraciones que la precisa libertad en el lenguaje. De ahí pasa a demostrar que los timadores pululan en nuestro país, hoy, en mayor proliferación que en la Sevilla de Monipodio. Y que de tales aprovechados no se salvan los galeristas de arte, ni los restauradores de la ultimísima modernidad, ni los políticos, ni siquiera ciertos clérigos embaucadores que utilizan su propio retablo de maravillas. Con tales mimbres, el cesto tiene que salir redondo, porque tiene todos los triunfos en su mano.
Y si, además, cuenta con un elenco excepcional, con actores completísimos, como el inconmensurable Ramón Fontseré, que cada actuación suya parece insuperable, pero que la supera en el próximo espectáculo, hasta alcanzar cimas de calidad inaccesibles, el trabajo actoral sobresale, poduciendo escalofrios de gozo. Si los intérpretes actúan así es, sin duda, porque están prodigiosamente dirigidos, por lo que el público que llenaba la sala rió inteligentemente y, al final, sostuvo una clamorosa ovación de cinco minutos. Para terminar, debo hacer referencia a la evolución de Els Joglars, en principio, cultivadores del mimo, siguiendo con espectáculos visuales de plástica dinámica, con fondos de música clásica, para ir introduciendo la palabra, progresivamente, hasta lograr en este espectáculo una obra de texto que hasta incluye el versificado. Y dejar constancia de cuánto agradece el público el teatro de texto.
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