Pagar
Pagar o no pagar: he ahí la cuestión. «Porque tú pagas existe» es el lema municipal contra la prostitución. ¿Qué les parece? Yo creo que en alguna parte hay un pueblo al que esta persona -la persona que haya tenido semejante ocurrencia- está privando de un idiota. La excusa es, al parecer, avergonzar al cliente, aunque, bien mirado, ¿quién es el cliente en un comercio sexual? «¿Cuál mayor culpa ha tenido / en una pasión errada: / la que cae de rogada / o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga: / la que peca por la paga / o el que paga por pecar?» Se conoce que, en este asunto de la carne, la concejala Botella no ha podido evitar la tentación de ponerse los hábitos de Sor Juana, pero carece de cintura para ajustarse los retruécanos, con lo cual eso de que «Porque tú pagas existe» para asustar a un putero queda tan tonto como lo del lirio cortado para asustar a un notario (lo recomendaba Neruda: el Sepu de la poesía). «Porque tú pagas existe» el ayuntamiento con hembras placenteras, que decía el Arcipreste, y también el Ayuntamiento de Gallardón, con su IBI, su M30 y su ORA. ¿Por qué existe la nómina de la concejala Botella, sino porque los madrileños la pagan? En este punto se retuerce -sin llegar a retruécano- ella, y dice eso de que no es lo mismo una cosa que otra: «Dar a cambio de un precio algo tan íntimo del ser humano como es la sexualidad supone un ejemplo de desigualdad y violencia.» No entiendo nada, pero el caso es que en Francia quieren enchiquerar a Jean-Claude Brisseau, animalote él e «icono emblemático» de Cannes y Berlín, por exigir sexo -a pelo- a cambio de gloria cinematográfica. Sus víctimas debían de ser tan poco leídas como nuestra sin par Manuela de Madre, e ignorantes, por tanto, de la sentencia de un visionario tan cinematográfico como Verlaine: «¡La gloria! ¡La gloria! ¡Mierda y otra vez mierda!» A todo esto, la mujer, en general, despide al metrosexual -hombre tal que no toma por el cual- para saludar al hombre nuevo, el verdadero macho, pero macho, Alfa. Lo dice Marian Salzman, aunque, como sea que cobra por decirlo, cualquiera sabe. Digámoslo sin acritud: vuelve el hombre.
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