Una tradición hispánica
La selección española de fútbol (o combinado plurinacional, elíjase lo que

La selección española de fútbol (o combinado plurinacional, elíjase lo que proceda) gana los partidos que preceden a las competiciones internacionales, pero cuando llega la hora de la verdad nunca vence, y mucho menos convence. Para vencer, según nos enseñó Unamuno, sobra la fuerza bruta; para convencer, hace falta persuadir. La capacidad persuasiva del tiki-taka preconizado por Luis Aragonés es semejante a la que, en el lenguaje retórico, pueda tener el circunloquio: mientras dura, mantiene al público entretenido, pero una vez concluido nos deja como estábamos; o sea, papando moscas. Y eso cuando el tiki-taka no degenera en logorrea balompédica, que entonces ver a los muchachos de la camisola roja es como escuchar los discursos que el alcalde de Villar del Río interpretado por Pepe Isbert lanzaba desde el balcón del ayuntamiento en «Bienvenido, Mister Marshall».
Y de fuerza bruta para vencer... bueno, digamos que la selección española tampoco anda sobrada. La «furia española» pereció el día en que los futbolistas empezaron a depilarse con cera el pelo del pecho. Además, furia española, lo que se dice furia española, sólo la hubo mientras en la selección jugaban los mozos del Bocho. Quiero decir, cuando los mozos del Bocho todavía se consideraban españoles. Pues, ahora que ya no se consideran, quizá mejor es que no jueguen.
Así que el aficionado palpa el juego de la selección española (o combinado plurinacional), como las cocineras palpan las pechugas de los pollos, y tuerce el morro. Quien más y quien menos, piensa que en cuartos volverán a ser eliminados. Lo de que la selección española (o combinado plurinacional) sea eliminada en cuartos empieza a ser una tradición hispánica; una tradición, si se quiere, de las que nos dejan cariacontecidos, como el entierro de la sardina; pero ya se sabe que el temperamento hispánico se destaca por hacer chufla de sus miserias. Propongo, pues, que los aficionados se sugestionen y hagan como si los cuartos de final de esta Eurocopa que ahora empieza fuesen en realidad la finalísima. Así, si se pierden, es como si hubiésemos llegado a acariciar la cúspide; y, si por algún ignoto azar se llega a quebrantar tan arraigada tradición hispánica, es como si hubiésemos alcanzado el cielo. Y así, sugestionados, dejaremos al menos de torcer el morro; que, al paso que va la burra, se nos va a quedar el labio leporino. www.juanmanueldeprada.com
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