No sin mi grammy

Hay un cierto placer perverso en volver a ver a Travolta en otra mala película, el tipo de producto alimenticio que solía hacer para pagarse la gasolina de su jet hasta que Tarantino le «redimió» poniéndole a bailar con Uma Thurman en «Pulp Fiction». Hoy su crédito vuelve a estar bajo y aquí le tenemos en una secuela de su anterior «Cómo conquistar Hollywood» que empieza con su personaje de Chili Palmer, ese gángster reciclado en un productor de cine tan cool que es un «chili-out», quejándose de que sólo produce... secuelas. Ese guiño inicial se queda corto cuando vemos a Travolta salir a la pista con la Thurman para, ya lo adivinan, echarse un bailecito: ésta es una secuela que carece de todo tipo de vergüenza y su nutrido reparto actúa en consecuencia, riéndose de sí mismos y del argumento que protagonizan, de camino al banco para ingresar el cheque que se van a embolsar a nuestra costa. Sin embargo, algo salva a «Be Cool» de ser una película en la que los actores se lo pasan mejor que el espectador: muchos chistes funcionan, aunque algunos no pasen del nivel del gag recurrente de Harvey Keitel hablando por teléfono con «Marty» (Scorsese, para los íntimos). Pero los hay mejores: el gangster hortera Vince Vaughn, empeñado en hablar en «negro» porque es lo más cool; Travolta discutiendo con el gangster negro Cedric sobre una canción de Dylan o con el rockero Steven Tyler sobre el sentido de una de sus baladas... Como se ve, muchos son chistes privados (algunos, de gracia) pero acaban dibujando una eficaz parodia del mundo de la música corporativa que apreciarán los aficionados. No es «The Player» pero traza el mismo bucle perverso de anunciar un proyecto tópico que acaba convirtiéndose en la misma película que se despliega ante nuestros ojos: en Hollywood la realidad, su reflejo y el pastiche son inextricables.
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