Expectación por la posible lectura del testamento espiritual de Juan Pablo II
La última voluntad del Pontífice podría revelar la identidad del cardenal «in pectore», quien a partir de entonces pasaría a formar parte del Cónclave

ROMA. El futuro de la Iglesia y una parte del futuro del mundo se juegan estos días en los primeros contactos para encontrar un digno sucesor a Juan Pablo II bajo la expectación por la lectura de su testamento, que los cardenales podrían realizar en la mañana de hoy y dar a conocer al mundo por la tarde. El documento, de unas cuatro páginas, podría revelar la identidad del cardenal «in pectore», pero es, sobre todo, una guía espiritual.
En 1978, la elección del primer Papa polaco puso en marcha un mecanismo de efectos asombrosos sobre la Unión Soviética, el comunismo, Europa y el mundo entero. En estos dos primeros días de trabajo a puerta cerrada en Roma, los cardenales no sólo empiezan a trazar el perfil del sucesor sino a establecer un consenso sobre líneas prioritarias y grandes decisiones geopolíticas. Hay un acuerdo pleno en aprovechar la inmensa popularidad de Juan Pablo II y sus exequias para dar pasos en los caminos que él señaló, como la unidad de los cristianos o la amistad con las demás religiones, que enviarán representantes de primer plano a los funerales.
La importancia de los asuntos en juego podría pasar inadvertida bajo la suavidad de estilo de los cardenales, del mismo modo que el alcance de sus mensajes se descubre tan sólo leyéndolos como intentos de definir orientaciones. Incluso la selección de aspectos que se elogian de Juan Pablo II supone un modo de señalar rumbos o de sugerir un sucesor.
Al cabo de 26 años, la primera experiencia de debate absolutamente libre y de «gobierno colectivo» es una novedad para la mayoría de los cardenales. En esa línea, el suizo Henry Schwery considera poco probable que resulte elegido alguno de los cardenales que han formado el núcleo duro de la Curia romana con Juan Pablo II y que han cesado automáticamente en sus cargos con el fallecimiento. Según Henry Schwery, «a veces tengo problemas para sintonizar con algunos exponentes de la Curia, que han hecho carrera en los despachos romanos y carecen de la experiencia pastoral».
El juego de las exclusiones incluye comentarios como los del cardenal de Chicago, Francis George, quien no considera probable la elección de un Papa iberoamericano: «Veremos lo que piensa el Espíritu Santo. De todos modos, a mí me parece que no ha llegado el momento». Al presidente Lula da Silva, en cambio, le parece que sí, y ha emprendido una campana descarada a favor del cardenal Claudio Hummes, hijo de inmigrantes alemanes, retenido en Sao Paulo por una fortísima gripe.
El franciscano Hummes resulta un candidato atractivo para iberoamericanos, portugueses e incluso alemanes, por lo que suscita la mayor atención. Curiosamente, tanto el cardenal de San Salvador, Geraldo Majella Agnelo como el de Lisboa, José Policarpo, preven un Cónclave breve.
De todos modos, la salud puede hacer cambiar mucho planes, como los del cardenal Jaime Sin, de Manila, quien no podrá acudir al Cónclave debido a una grave enfermedad. El número de electores se reduce a 116, pero continuará bajando pues hay algunos otros en malas condiciones de salud.
La lista de prioridades que los cardenales empiezan a jerarquizar va desde la bioética hasta la reconciliación completa con las ciencias iniciada en la encíclica «Fe y Razón», desde la pobreza de la mayor parte de los países hasta la secularización de los más antiguos y ricos, pasando por los temas de moral, el ecumenismo y el dialogo con las demás religiones. Un elemento clave es decidir si debe continuar el proceso de concentración de responsabilidades en Roma, favorecido por la personalidad de Juan Pablo II y el progreso de las comunicaciones, o si se crean «estructuras suprarregionales a nivel continental que se hagan cargo de las algunas funciones desarrolladas actualmente por Roma», como ha propuesto el cardenal Ratzinger.
«Vivir con el Islam»
La intención de culminar el cambio de actitud frente al Islam como el que Juan Pablo II completó con los judíos e inició con los musulmanes cuenta cada vez con más partidarios. Según el cardenal de Washington, Theodore McCarrick, «tenemos que acostumbrarnos a vivir con el Islam», mientras que el de Filadelfia, Justin Rigali, considera «importantísima la relación con las demás religiones». Aparte de una directriz de futuro, comentarios de ese tipo apuntan a una persona, el Patriarca de Venecia, Angelo Scola, abanderado del proyecto de poner fin a una enemistad que dura 13 siglos, ha provocado tragedias sin cuento, y derramamientos de sangre incomparablemente superiores a los causados por el comunismo.
El funeral del viernes marcará un nuevo paso hacia la amistad entre cristianos por la presencia del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartholomaios I, primero por tradición entre las Iglesias ortodoxas, y del jefe de la Iglesia Ortodoxa Griega, arzobispo Christodoulos, quien ha tomado la valerosa decisión de acudir a Roma por primera vez. Resulta llamativa también la vigorosa presencia de líderes políticos y religiosos judíos así como del mundo musulmán, incluido el presidente sirio Bashar el Assad
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