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ABC Cultural

Clint Eastwood se merece un parche en un ojo

Clint Eastwood, director y protagonista de «Million dollar baby»

No hay mucha, pero choca cuando irrumpe la presencia de la sangre roja en esta película tan en blanco y negro, tan rotunda, dramática, desoladora y espiritualmente en blanco y negro. El clima, el alma, la raza, la historia, la música de sus personajes..., todo huele a ese blanco y negro de la sombra que te devuelve el golpe desde la pared. El negro profundo de la voz en «off» de Morgan Freeman, que narra los acontecimientos en presente eterno; el blanco inmaculado de algunos personajes como el de ella, Maggie Fitgerald, un residuo que se niega a dejarse ir por el desagüe y encuentra doce cuerdas con las que ahorcarse, o el de ese otro pipiolo de gimnasio que se llama a sí mismo «Danger» («Peligro») y el único que realmente tiene es la mala mezcla de exceso de corazón y falta de coraza...

Y entre ese negro negruzco y ese blanco virginal coloca Clint Eastwood un tipo que retumba de otras películas suyas: un perdedor, un hombre acabado y escondido en los cañizares del boxeo, un viejo entrenador experto en taponar heridas, que sólo se pelea con el gaélico y con Yeats, que renuncia a jugársela y que enarbola con intransigencia un lema: hay que protegerse siempre.

«Million Dollar Baby» es una película de boxeo, como «Bird» era una película de jazz y como «Sin perdón» era un western. Recipientes en los que derrama Clint Eastwood su ya incalculable talento cinematográfico, cargado hasta romperse las costuras de dolor y de atrincherada poesía. Y como en las grandes películas de boxeo (hay, qué menos, media docena de obras maestras), el boxeo es mirado con recelo y amorosa dureza. Los sucesos, que atrapa Eastwood con pinzas de los relatos de F. X. Toole, ocurren muy lejos de la cumbre; en realidad, todo y todos trastabillan en el fondo del precipicio.

Después de aquel paseo siniestro por los pasadizos del mal y por las mazmorras donde acechan los complejos y las culpas que era «Mystic River», cambia Eastwood de paisaje pero no de actitud: su película y él (como director y como protagonista) afrontan sin la menor protección asuntos tan difíciles, tan profundos y esquivos como la eutanasia (aunque no lo parezca, su mirada prosaica pero de infinita sensibilidad se coloca en los antípodas de la de Amenábar) o las relaciones entre padres e hijos, entre maestros y alumnos, entre colegas de derrota y de rincón... Auténtico cruce de guantes en la interpretación: Morgan Freeman contra Clint Eastwood; Clint Eastwood contra Hilary Swank; Morgan Freeman contra Jay Baruchel (¡qué personaje atrapado ese «Danger Banch»!)...

No hay alarde ni euforia en el dibujo que se hace de todo esto; la narración se agarra a la voz de Morgan Freeman y se desliza por ella con la sencillez y la franqueza de los clásicos, como si Eastwood tuviera un parche en el ojo, como Ford, como Ray, como los grandes, sin ahuecarse ante el empuje de las emociones que se apoderan, poco a poco, del cuadrilatero de la pantalla. De tal modo, que esos personajes duros, llenos de pellejo, tan negros y blancos, se colorean ante nuestras narices húmedas.

Tal vez me reprocharía luego a mí mismo si dijera ahora que «Million Dolar Baby» es la mejor película de Clint Eastwood. Y que ese Frankie Dunn es el mejor personaje que ha interpretado nunca. O que Hilary Swank le gana a los puntos a aquel patético Tully que hizo Stacy Keach para Huston en «Fat city»... Una película tan llena de vacío que se está en ella con las angustias y espasmos de un pez tirado en la cuneta.

Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Jay Baruchel

Nacionalidad: EE.UU., 2004

Duración: 137 minutos

Calificación: (((((

«Million Dollar Baby»

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