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Con el viento en la popa

[TEXTO]No es necesario escudriñar todos los secretos de la navegación para llegar a la conclusión de que el buen discurrir de un barco velero no depende sólo de que el viento sea favorable, ni siquiera únicamente de que arrecie con fuerza. Resulta crucial ese mínimo de pericia marinera que es capaz de aportar el capitán para aprovechar al máximo el empellón. Lo que se suele llamar ponerle la popa al viento. Pese a que Juan Vicente Herrera llegó a la Presidencia de la Junta en 2001 en un momento poco propicio para sacar partido al despliegue de velas, con el desgaste de diez años de gobierno y sin experiencia en la gestión del poder, el barco popular se benefició del movimiento inerte y con unos primeros escarceos al timón logró mantener la velocidad de crucero en las autonómicas de 2003. Más tarde, paradojas de la política, la embarcación comenzó a perder fuelle en la medida en que la nueva tripulación, poco avezada en su mayoría, no conseguía imprimir el ritmo adecuado para vencer la calma chicha. Curiosamente, ha sido tras la tormenta de la Guerra de Irak, el posterior maremoto del 14-M y la victoria del capitán socialista en Madrid, cuando el dios Eolo ha vuelto a hacerse notar mostrando el rumbo adecuado al presidente regional.

Cuando se dirigía ayer al plenario del congreso nacional del PP con palabras de pleno apoyo al nuevo presidente Mariano Rayoy, Juan Vicente Herrera se rearmaba en la práctica para la que va a ser, es ya, una legislatura de confrontación. Como durante ese momento taurino que mide la dialéctica acción-reacción, el presidente de la Junta y su equipo han aprovechado el «castigo» a la Comunidad del primer proyecto de Presupuestos del Estado socialista para venirse arriba en mitad de la faena. Sin ir más lejos, el reciente pleno de las Cortes parecía dar rienda suelta a la primera de feria cuando consejeros y procuradores populares propinaban continuos puyazos a la oposición socialista con la amarga vara de las primeras medidas del Gobierno central.

La reducción de la cota de la presa burgalesa de Castrovido, la más que posible decisión oficial de sacar papeles del Archivo de la Guerra Civil, la demora de algunas obras de infraestructura, el anuncio del incremento inversor más bajo de los últimos nueve años, aunque sea aún una previsión, y, en fin, el reiterado olvido de las provincias más necesitadas, han puesto en bandeja del PP castellano y leonés una salida al contraataque después de algunos meses de presión socialista. Pero, volviendo a la necesidad de situar la popa en el punto propicio, el cierre de filas popular, visualizado ahora en una nave de color naranja y en una remozada gaviota que pesca con su pico en un mar en bonanza, al menos en Castilla y León, ofrece a Herrera el margen suficiente para que de aquí al próximo congreso regional marque, cartografía y cuaderno de bitácora en mano, el rumbo ganador hacia 2007 con la vista puesta en tres puertos: Valladolid, León y Madrid. Sin olvidar las otras siete provincias en las que deberá hacer escala el próximo año en otras tantas singladuras en las que los congresos provinciales marcarán el nivel de renovación y de puesta a punto del partido. Por aquello de que los tripulantes precisan de víveres y ello obliga al barco a repostar cada cierto tiempo, será difícil que Herrera y su equipo alcancen el objetivo de seguir siendo referencia electoral para el PP si no hacen acopio de alimentos suficientemente nutritivos: en Valladolid, el rearme de la tripulación con un núcleo duro de altos mandos (ayer fueron reforzados María Jesús Ruiz, Fernández Mañueco y Villanueva) y con el relevo de los que han demostrado un confuso manejo del velamen político; el resurgimiento del partido en León y la neutralización del creciente «efecto Zapatero», bien dosificado por su alcalde y por el delegado del Gobierno, y, no menos importante, el definitivo y decidido desembarco en Madrid, en donde hasta ahora la presencia de Herrera no ha ido más allá de algunos simples merodeos en torno a la bocana del puerto.

En este último caso, las maniobras pueden dar para mucho: intensificando el contacto con la renovada cúpula de Génova, convirtiendo en frecuentes las esporádicas citas con los grandes empresarios y comunicadores de proyección nacional -también con los de la Comunidad, obviamente- y redoblando los esfuerzos en aquellos caladeros internacionales en los que Castilla y León cuenta con grandes posibilidades de pescar a numerosos turistas potenciales.

La otra opción, la más conservadora, la de mantener fijo el rumbo actual y recrearse en la suerte de las circunstancias, dejaría la embarcación a expensas de los errores del Gobierno, que cada vez serán menos a pesar de que los decepcionantes Presupuestos nos hayan dado la primera en la frente, y de que la oposición no saliera de su bajo perfil. Y en este último caso, el trabajo de zapa de Miguel Alejo desde la Delegación del Gobierno y el creciente despliegue de los cargos públicos de órganos del Estado garantizan una oposición cada vez más consistente.

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