Patronas: «Las lecciones de El Gallo»

La estética no puede ser más tradicional: con barra de metal al fondo y mural de azulejo de Triana que recorre la pared de un extremo a otro. Mesas de madera pintadas en verde – las típicas de feria – se mezclan con mesas altas y taburetes de madera, todo muy limpio. El ambiente entre semana tranquilo y compuesto sobre todo por los vecinos y trabajadores de la zona y algún guiri bien orientado; a partir del viernes la cosa cambia, como suele pasar por estos lares.

Su carta rebosa platos de toda la vida, de esos que nos han visto crecer y que han dejado de prepararse en la mayoría de las casas por laboriosos o por falta de tiempo y los fueras de carta que anuncian en su pizarra son también imprescindibles. Empezamos con unos huevos rellenos de atún, un clásico cada vez más difícil de encontrar y que, si tiene cariño puesto, como este, te traslada a un tiempo mejor. Seguimos con filetes rusos con patatas de verdad, la carne tierna y el aliño con su punto de ajito. Echamos de menos un poco de tomate o mostaza no porque lo necesite, pues esta jugosísimo, sino por rematarlo a nuestro antojo. Fuera de carta nos llama a gritos una pechuga bechamel que sabíamos que estaba buena solo con verla, y no nos defrauda: la pechuga tierna y la bechamel en su punto, casera, también acompañada de patatas. Sólo esta tapa vale por un menú completo de cualquier otro sitio. El marrajo empanado –nada de subterfugios- con un empanado logrado y una lechuga aliñada de acompañamiento, con un vinagre muy bueno. Entran muy bien con este frio las judías verdes con jamón y ajitos, tiernas, sabrosas y calentitas. Rematamos con unos higaditos de pollo buenísimos – no así el arroz en blanco con que los acompañan que no tiene hoy su día- y un pollo frito con patatas, que vemos que sale sin parar a todas las mesas pero que a nosotros, siendo correcto, no nos parece de los mejores que hemos probado. En un sitio con esta cocina casera sería un pecado irse sin el postre, la tarta chocolate con galletas clásica por los cuatro costados y la de queso, siendo más flan que tarta, nos dejan un dulce sabor de boca. Nos sobran en ambas los toppings que ahora están tan de moda y que precisamente por eso deberían tener prohibida su entrada en esta santa casa.

Sin duda, Patronas es un clásico de Sevilla que no falla. Y nosotros sólo sentimos haber dejado de ir durante tanto tiempo.