La Cochera del abuelo: «El sabor de siempre»
Es reconfortante revisitar algunos restaurantes de Sevilla en los que hace tiempo no me dejaba cae r y comprobar de primera mano que todo sigue estando igual de bien, eso me ha pasado a mí en La Cochera del Abuelo.
Un pequeño espacio donde ... reconvirtieron -como bien dice el nombre- una antigua cochera en este coqueto restaurante y en el que no habrá más de seis o siete mesas.
La cocina está dirigida por Bosco Benítez , el televisivo chef que fue en su día jefe de cocina de Tradevo, arropado en sala por una de las mejores profesionales de la ciudad como es Cinta Romero .
Una carta corta con apenas una docena de platos , basados en el mercado y en la temporada, como ya suele ser costumbre, una base clásica olvidándose de exóticos experimentos sin ningún sentido que lamentablemente no paramos de ver en la mayoría de los nuevos establecimientos.
Se empieza con un clásico aperitivo de pan y mantequilla , aunque en este caso primero viene del obrador mairenero de La Esencia y la segunda la elaboran ellos mismos con una reducción de huesos de ternera que le da un toque tostado adictivo.
El primer plato que llega es una curiosa versión del gazpacho , verde en este caso, elaborado con tzatziki, la salsa quizás más famosa de las cocinas del mediterráneo oriental y que se termina con unas finas láminas de mojama de atún. Fino y muy refrescante .
Seguimos con otro pase muy veraniego, el ajoblanco con medallones de bonito , esta combinación que se ve a menudo entre la famosa sopa y un túnido que popularizó Chicote en su madrileño restaurante Nodo a principio de los dos mil.
Aunque es un plato notable, tengo que apuntar que me sorprendió con desagrado que una sala de este nivel no separase estos platos en medias raciones para que las pudiésemos disfrutar individualmente.
El final salado lo dejamos para un arroz de gamba roja , cremoso rozando el punto de caldoso y con unos puntos de alioli, el marisco casi en crudo que se hace con el calor residual del plato, fantástico también.
El broche fue la tarta de queso de Bosco , una de las primeras que se hizo famosa en la ciudad, antes de que llegase este boom que a mí personalmente se me hace absurdo.
Es admirable la consistencia que tiene la oferta de este restaurante, todos los platos son realmente redondos y es difícil buscarle peros a su cocina.
Todo ello acompañado de un buen vino de su interesante bodega lo hace ser una opción muy a tener en cuenta.
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