Mercados de abastos de la provincia de Sevilla: las plazas con más solera
María Vázquez
Nos adentramos en algunos de los mercados más emblemáticos que salpican la provincia, auténticos puntos de encuentro en la localidad
Los mercados de abastos han sido durante siglos el centro neurálgico urbano, un lugar no solo de abastecimiento sino también de encuentro social. No solo el lugar al que acudir para comprar los avíos para un potaje o el pescado más fresco. Sino ... el lugar donde relacionarnos con nuestros vecinos.
Hace unos meses, los principales mercados de nuestro país se unían para crear una confederación en la que reivindicarse. Buscan ser el escaparate de los productos y tradición españoles, alejándose de los gastromercados en los que convive la parte de venta directa con las zonas de degustación. Buscan también ser los promotores de ese impulso al sector primario, a los agricultores y ganaderos de cada región y creando una cultura colectiva donde el mercado se convierta en un espacio de convivencia donde puedan acudir también las familias al completo.
Y es que los mercados de abastos, las “plazas”, han dejado de ser lo que eran. Con una tradición antiquísima, han buscado siempre no solo suplir esa necesidad tan primaria de abastecimiento alimentario, sino otra quizás más primaria incluso, la social . Desde el ágora griega al fórum romano pasando por los bazares de las culturas orientales, han sido el centro neurálgico de toda población, ya fuera en plazas al aire libre o en barrios de callejuelas estrechas destinadas al comercio.
Todo empezó a cambiar en el segundo tercio del siglo XVIII. El concepto de mercado sufre una gran transformación. Lo que antes se acumulaba en las calles con pocas garantías de higiene, pasó a espacios cerrados donde las mercancías comenzaron a exponerse en puestos con medidas de salubridad y desde donde los gobiernos locales podían ya ejercer un control no solo sanitario sino también fiscal.
Ir a la plaza suponía no solo llenar las despensas sino enterarse de los últimos chismes , conocer a los vecinos o debatir sobre los últimos temas de política, economía o sociedad.
Un suelo fértil de intercambio social donde se veía florecer a la ciudad más moderna. Pero esa misma ciudad moderna ha ido acabando con la centralización del comercio y ha acabado diluyéndolo hacia supermercados, centros comerciales o internet, relegando al olvido a muchos de los mercados de abastos de nuestra provincia.
Quizás por ello, conviene subirse al coche y recorrer algunos los que aún se mantienen en pie para ver cómo han envejecido en los últimos años y qué historias resuenan en sus paredes.
Carmona
La primera parada la hacemos en Carmona. Su mercado, se encuentra en el mismo lugar donde se ubicaba un antiguo monasterio de Dominicas del siglo XVI y que se exclaustró a principios del XIX. Aunque un tramo pertenece al edificio original, el actual es obra del
arquitecto Ramón del Toro y data de 1842.
De un estilo neoclásico que recuerda a las plazas mayores, en sus pórticos se resguardan algunos puestos y comercios. Aunque no disponen de puesto de pescado, tanto Rocío como Lola se encargan de abastecer a los carmonenses de carnes, huevos e ibéricos, y en el caso de la segunda, también preparados como croquetas o hamburguesas.
Quienes no quieran cocinar también encuentran su sitio aquí, con cuatro bares. La trastienda. Ana Castañeda lleva once años ofreciendo desayunos y tapas frías. En Vinoteca “El Claustro”, la oferta va desde montaditos de pringá, piripi o chorizo picante a ibéricos, conservas o mosto de Bollullos. En Santa Catalina, ofrecen desde desayunos a tapas, montaditos y platos desde hace más de veinte años.
Y los aficionados a la tortilla de patatas encontrarán su oasis en Al Angelus Divinoteca, que tiene el premio a la mejor de Carmona. Desde 2015 Antonio y Carmen lo hacen todo ellos mismos, ensaladilla, costillas, montaditos y postres caseros como el arroz con leche o la leche frita.
Varios puestos de verduras, uno de pan y comestibles y la floristería de Paqui completan la oferta de este mercado.
Écija
Siguiendo hacia el este, llegamos a Écija, cuya plaza data de 1844 y está construida sobre sobre el solar que ocupara el antiguo convento de la Compañía de Jesús. Lo encontramos prácticamente vacío a pesar de ser un día de habitual trajín.
En un primer círculo, encontramos una copistería, algunos puestos de frutas y verduras como el de Marce o Antonio López, que cuenta también con caracoles y cabrillas en temporada, conviven con la charcutería y jamonería Baena, especializada en jamón y productos gourmet y el taller de arreglos de Charo Soler, así como varios puestos de pescado.
Completan la oferta carnicerías, un asador de pollos y panaderías, además de una cafetería en la que también se pueden degustar churros hechos al momento.
Atravesando unas puertas accedemos al segundo círculo donde se encuentra una zona, ajardinada y con un pequeño kiosko en el centro y donde se encuentran sedes de todos los partidos políticos así como delegaciones del gobierno local.
Como nos cuenta José Manuel Cala, que regenta uno de los puestos dedicados a productos del mar, el mercado ha ido perdiendo fuerza en los últimos años. La peatonalización del centro y la imposibilidad para aparcar han hecho que cada vez sean menos los astigitanos que visitan este espacio.
El edificio, que pertenece al Ayuntamiento, se mantiene por la gestión de los propios licitados, que se encargan de las reparaciones y del acondicionamiento del mercado mientras hacen frente a la bajada de público.
Y es que no solo la falta de aparcamiento ha afectado a este espacio, la pandemia de la COVID-19 ha supuesto un duro varapalo para estos comerciantes que ya desde antes estaban viendo difícil sobrevivir en el mercado y que ahora buscan todas las alternativas para seguir funcionando, como los repartos a domicilio.
Estepa
La plaza de abastos de Estepa sigue aún acostumbrándose al jaleo. Tras diez años cerrada, volvía a abrir en 2019 con dieciséis puestos que han visto su situación complicarse con la pandemia.
Con la reapertura se buscaba convertirla de nuevo en un espacio social que no solo alojase oferta gastronómica sino que también fuese sede de conciertos, obras de teatro y otras actividades culturales. Suponiendo así una inyección de vida al centro histórico de la ciudad.
En la actualidad, aunque están pendiente de nuevas licitaciones, vemos pocos puestos abiertos ya que los mayores días de trajín son los lunes y miércoles donde vendedores itinerantes ofertan sus productos.
El Rincón de Magnoly, es uno de los puestos fijos y donde se pueden encontrar cestas y artículos artesanales como bolsos, fundas para móviles, gafas y todo tipo de detalles para eventos.
A un lado de la plaza, se encuentra el café que regenta Andrea, una joven que se lanzó a este negocio poco antes de la crisis sanitaria. Desde desayunos con zumos naturales y bollería francesa a tapas caseras con producto de temporada pasando por meriendas típicas ecijanas como las sopaipillas.
Al otro lado de la plaza, San Mamede, la pescadería familiar de Fran y su hijo Joel, que ha conseguido labrarse una clientela de confianza con un pescado fresco traído cada mañana desde Málaga y que han podido abrir ya su segundo local en el polígono de la ciudad.
Y en el centro, encontramos el puesto de Lola, grandes mesas de madera albergan un sinfín de frutas y verduras que trae de Puente Genil y Aguadulce. Desde los 12 años al resguardo de las plazas, ahora con 44 no para de reinventarse. Nos cuenta que durante el confinamiento domiciliario del año pasado, sus clientes tenían miedo de acudir al mercado y tuvo que empezar a repartir a domicilio para seguir con un negocio que lleva sola.
Alcalá de Guadaíra
Otros mercados, como al de Alcalá de Guadaíra, se le retiró la concesión en 2019 y comenzará a albergar en los próximos años la Casa de la Juventud de la ciudad, mientras que el de Los Palacios comenzó a principios de año obras de reacondicionamiento y mejora para seguir ofreciendo a los vecinos un espacio donde realizar sus compras de manera segura o el de Utrera que ha quedado prácticamente vacío a excepción del puesto de Fernando Molino, el único que se mantiene activo actualmente.
Y más…
Mercado de abastos de Dos Hermanas
Dos Hermanas o Lebrija también siguen reivindicando la importancia de sus mercados, que en la actualidad siguen plenamente activos y abasteciendo a sus vecinos de productos frescos, de temporada y de la tierra.
Y es que, en pequeñas tiendas, en las plazas de abasto es donde se recibe ese trato más humano y un producto de kilómetro cero. Donde coincidir con las personas del entorno y conseguir crear esos lazos de barrio que han ido diluyéndose con la emergencia de las grandes superficies.
Unos lazos que desembocan en esa red de cuidados, esa empatía y ese conocimiento de lo que le pasa a ese desconocido que vive dos puertas más abajo. No cumplen simplemente esa función económica y de abastecimiento, sino que son ese espacio social, donde uno va a comprar para hacer un guiso, y acaba saliendo con mil historias, nuevas amistades y un ramo de perejil en la cesta.
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