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La Milla

La Milla: Mucho más que un chiringuito... Un restaurante a pie de playa

Míster Espeto

Los viejos del lugar asociamos el chiringuito merendero , me corregirá mi amigo Fernando Rueda– a ese establecimiento sencillo a pie de playa que solía servir cocina sencilla y fresca a precios populares. Sardinas asadas, frituras, algún arroz, sangría, cerveza y poco ... más. Al menos esa era la feliz teoría –y afortunadas excepciones así nos lo confirman– hasta que años de abusos al turista, de un marco jurídico oscuro y confuso, un costoso sistema de concesiones aun más oscuro y más confuso que arruina a los establecimientos tradicionales y de –por qué no reconocerlo– cierta desidia en los hosteleros y conformismo en la clientela, hizo que fuesen languideciendo. Se convirtieron en esos locales con fotos en sus cartas que sirven calamares mauritanos, arroces de quinta gama que saben a cubitos de caldo y salsa de tomate y que, en el colmo de la holgazanería, ya ni se molestaban en elaborar su propia sangría. Después llegaron esos que en las redes sociales alguien brillantemente definió como “chill-in-guetos”. Música que va desde el spa tailandés hasta el after dominicano, cócteles de bote, sombrillas balinesas, rollo colegueo forzado y platos pretendidamente modernos de ceviches, quesadillas y curris de segunda. Una plaga. Pero, de vez en cuando dentro este panorama desolador –con sus muy honrosas excepciones, insisto– aparece una luz. Alguien dispuesto a elevar el chiringuito a lo más alto del pedestal gastronómico a base de esfuerzo –económico y del otro– y honestidad con el producto y con el cliente.    

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