Cocina de corte clásico con el foco siempre en la calidad y en el producto de temporada

El local, angosto y algo oscuro pero acogedor lo preside una barra en la que se preparan vermús y gin tonics con destreza. Y esa es la primera sorpresa: el servicio conoce bien su oficio, es de esos que solemos llamar “de toda la vida” y atiende con diligencia y buenos modales la sala. El otro punto focal del restaurante es la pizarra tremendamente sugerente que muestra al comensal las recomendaciones del día ya la que conviene estar muy atento.

José Miguel Delgado, al frente de los fogones , practica una cocina de corte clásico, con influencias vascas y con la vista puesta en los productos de temporada y el mercado . Así, en nuestra visita nos encontramos con unos estupendos berberechos salteados, unos correctos chipirones salteados con pimientos y unas excelentes cocochas de merluza solamente perjudicadas por un exceso de aceite y ajo frito. En cambio, se nota muy buena mano en los platos de cocina: las croquetas de bacalao resultaban crujientes y cremosas y deslumbraron unos callos con morros a la vizcaína simplemente superlativos que por sí solos justifican la visita. Muchos platos de las sugerencias se quedaron en el tintero: el pisto con huevos fritos, las verdinas con zamburiñas o el cogote de merluza por citar algunos. Entre los postres, tatín de manzana y fresas flambeadas a la pimienta negra .

 

La carta de vinos se centra en referencias clásicas nacionales pero también hay vinos interesantes fuera de carta a disposición del buen aficionado. Por lo demás la sala está llena de detalles que agradan: vajillas elegantes, teja de almendras para acompañar el cuidado servicio de café, buen surtido de licores y digestivos y maneras de hostelería profesional.