Reportaje

Chato Pecess: Tapas de temporada y vinos en Belalcázar

La taberna brinda un trato afable y buenos platos, como la tortilla de patatas y el picadillo de tomate con sal

Taberna Chato Pecess de Belalcázar

El trato afable de pueblo, la cercanía y la buena comida son el mayor encanto de la taberna Chato Pecess de Belalcázar . Su dueño, José Antonio Medina, apodado Chato Pecess como su abuelo y su padre por su trabajo como pescadores, vela por ... agradar a todos.

La taberna, en Belalcázar, acompaña los vinos con exquisitas tapas de temporada , como la tortilla de espárragos y el picadillo de tomate del huerto con sal, que introdujo en la carta desde hace un año, por sugerencia de su hija. La sencillez y la calidad son claves en este picadillo: tan sólo va acompañado el tomate con sal, cebolla y aceite del que Chato Pecess produce de sus olivos y se lo hace una almazara. Todo, acompañado de melva o ventresca.

Si algo le gusta al dueño es hacer sentir bien a sus clientes , a los que trata como amigos. Sirve raciones y para grupos lo mismo prepara huevos fritos con patatas, que unas migas (con petición previa), y pollo con arroz. Las tortillas de patatas las hace a diario su mujer para aperitivo. Y cuando es tiempo de espárragos las prepara con ellos.

De carnes hay presa, secreto, lagarto , lo que le pidan con antelación. «En mi carta no hay carnes a la plancha, pero lo que me pidan se lo hago. Nunca digo a nada que no», resume Chato Pecess.

Igual le pasa con la larga lista de vinos que pone a disposición, de Rioja y Ribera: Ramón Bilbao, Azpilicueta, Viña Alcorta, Marqués de Riscal. Un vino de Córdoba, que es Llanos de Palacio, de la cooperativa La Aurora de Montilla-Moriles, y también de Guadiana, Toro y el Penedés, entre otros muchos. Su objetivo es tener lo que sus clientes le piden.

Por eso la diversidad alcanza también al whisky, el ron y la ginebra (llegó a tener 140 tipos distintos de esta última). En sus 50 metros cuadrados dispone varias mesas altas. La costumbre de sus paisanos es acudir a comer de jueves a domingos por las noches, y en agosto con la Feria de San Roque. Otras épocas clave son la Navidad y la Semana Santa. A las seis de la mañana le llega la gente que trabaja en el campo para las tostadas: vaqueros, pastores, y todos los días son los mismos.

Igual sucede al mediodía y por la noche, con parroquianos muy fieles y asiduos. Y ahora está acudiendo «gente forastera». Por primera vez en sus 37 años de trabajo en este bar, Chato Pecess logra el Solete Repsol y todavía está saboreando el reconocimiento. Enfrente tiene el Ambigú pub, también de su propiedad, con mesas bajas y terraza.

Chato Pecess es el sobrenombre que proviene de su abuelo, luego pasó a su padre y él también lo lleva, al igual que sus sobrinos e hija. Fueron en el pasado una familia de pescadores y él mismo vivió de la pesca dos años de joven. Iba al río, a los pantanos y luego vendía los peces por la calle. Por eso algunos peces decoran el interior de la taberna en la calle Santa Ana.

El negocio lo abrió su suegro en 1983 con el nombre de Parra, estuvo un tiempo trabajando con él y luego se lo quedó en solitario. Le cambió el nombre y mantiene la esencia del negocio familiar, pues su mujer, su cuñada, su hija y su yerno están con él.

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