El Envero: desde horizontes lejanos
De la noche a la mañana, este restaurante ha cambiado a todo su equipo, tanto de sala como de cocina, con resultados más que satisfactorios

Los tiempos pasados, de enorme oscuridad, llenaron a unas personas de miedo, a otras de frivolidad y, por fortuna, a una mayoría de bendita racionalidad. El mundo de la restauración fue golpeado con fuerza. Algunos cayeron sin remedio, quizá la semilla de la destrucción venía de antes, pero la mayoría volvió a tomar el camino tantas veces trillado, de la rutina y la repetición. Aunque hubo también quien ideó, cambió y transformó su negocio, dentro de sus posibilidades, para mejorar sus prestaciones y mantener sus aspectos positivos. Este proceso, en general, es lo que se conoce como resiliencia, que no es sino la capacidad para adaptarse con entereza y dinamismo a las situaciones adversas obteniendo resultados positivos. A este carro de superación se ha apuntado el restaurante El Envero quien, de la noche a la mañana, ha cambiado a todo su equipo, tanto de sala como de cocina, con resultados más que satisfactorios.
De sus instalaciones destaca su terraza, muy grata y amable, que proporciona calidez y bienestar a los condumios. La carta, de entrada, es muy atractiva con suficientes alternativas como para recoger un amplio abanico de gustos dispares. Se puede empezar con una elegante mazamorra de avellanas cordobesas con huevas de merluza, manzana y rábano, basada en la receta tradicional pero con un toque de innovación. Sorprende el foie de pato curado a la sal, caramelizado con almendra y naranja confitada, elaboración redonda y rica donde juguetean, a su antojo, lo crujiente con lo meloso. Por otra parte son correctas las croquetas cremosas de jamón ibérico y pollo de corral guisado que se toman con agrado. Son muy refinados sus fritos que cambian según aporta el mercado, en este caso se ha probado unos estupendos e impecables chocos gaditanos. Por otra parte tampoco deje de probar su gustosa ensaladilla con langostinos, txangurro y mayonesa de AOVE.

Cabe destacar sus rollitos de salmón marinado con verdura encurtida y brotes tiernos en papel de arroz, plato sabroso y chispeante con el que, de seguro, ganaría la gloria a poco que mejorase el marinado del salmón que lo sustenta. Y por último hay que probar el rico rosbif de presa ibérica macerada en ceniza con queso de cabra y vinagreta cítrica de mostaza; un plato suave y delicado.
Para terminar dos buenas opciones: la tarta de queso cremoso al horno con helado de fresas silvestres o bien la torrija caramelizada empapada en leche fresca de azahar con helado de nueces pecanas, postres que, se da por hecho, no desilusionarán a los más golosos.
El servicio de sala, de formas cuidadas, se maneja con una actitud impecable, en equilibrio perfecto entre la afectación excesiva y el desenfado desmesurado.
Esta terraza tiene todos los ingredientes para servir una excelente comida, de modo que si decide visitarla sólo le queda escoger bien la compañía y, lo más importante aún, que todos compartan un talante vital de goce y alegría… porque si no, nada de lo anterior habrá merecido la pena.
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