Azafrán: En busca del tiempo perdido
Azafrán: En busca del tiempo perdido
La plaza de toros de Los Califas, en la barriada de Poniente, fue construida en 1965, fruto de la expansión urbanística de la época por esta zona de la ciudad. Las calles de los aledaños, bajo su influencia, fueron recibiendo nombres de toreros famosos: Manolete, ... Martorell, Guerrita, etcétera.
En la calle Manuel Fuentes «Bocanegra», torero del siglo XIX más conocido por su valor que por su torería, se ubica el restaurante Azafrán. Lo primero que llama la atención es su epatante decoración por lo ecléctica y descompensada: unas cortinas de corte entre isabelino y provenzal separan una serie de cuadros de inspiración abstracta enmarcados en unos rutilantes marcos dorados. Por otra parte las mesas están bien vestidas y se acompañan de unas sillas de respaldo alto particularmente cómodas, que dan un justo tono de confort, y donde es frecuente encontrarse celebraciones de grupos de empresas o amigos. No parece correcto, en este conjunto, que se habilite una mesa para dos personas adosada a una barra que no tiene uso como tal pero que está repleta de botellas y objetos varios que coronan e inquietan la cabeza de sus ocupantes.
La carta de cocina, muy tradicional y predecible, sorprende por lo cuantiosa que es su oferta. Sólo en las sugerencias fuera de carta se recogen más de veinte referencias distintas; además: embutidos, salmorejo, revueltos, mariscos, croquetas, carnes de todo tipo… una oferta excesiva para el aforo del local. En fin, un listado amplísimo de platos donde el comensal poco avezado puede verse perdido cual intrépido marinero en el mar de los Sargazos. La ensaladilla rusa se sirve sin compactar con la conserva de atún añadida por encima, en el último momento. Las patatas al pelotón con lascas de jamón están agradables. El pincho de cordero no se presenta ensartado sino en tacos grandes sueltos, algo correosos, con el típico aliño moruno, de toda la vida, que se emplea para estos casos. El rabo de toro, desilusiona, una carne correcta viene acompañada por una salsa sin espesar como ajena al guiso. Las raciones son enormes, algunas descomunales, a unos precios admirables por su bajo coste.
El servicio es muy eficaz y atento aunque claramente insuficiente lo que le obliga a realizar su trabajo de forma acelerada. La carta de vinos, sobre todo la de tintos, está elaborada con mucha sensatez, dentro de su clasicismo, vinos reconocidos por su regularidad a unos precios más que aceptables.
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