Bar Natali, un clásico de Fleming
Natali
lleva más de cincuenta años en la misma ubicación. Ocupa un lugar privilegiado en el Centro de Córdoba, cerca del hospital de Cruz Roja, la Puerta de Almodóvar y la Mezquita-Catedral pero lo suficientemente apartado de la zona más turística para disfrutar con tranquilidad de un almuerzo. El espejeño Juan Luque era camarero en el Mesón La Luna y se enteró de que estaba disponible. No sé lo pensó mucho y el 2 de agosto de 1985 , Día de Nuestra señora de Los Ángeles, lo recuerda bien porque era el día de su madre, ocupó lo que entonces era una cafetería, para darle un giro y hacer del aperitivo y el almuerzo el negocio principal. Y desde entonces hasta hoy, treinta y cinco años .
Juan recuerda cómo en un principio no tenían cocina y su mujer, entonces su novia de solo 18 años, que tenía su propio trabajo, sacaba de tiempo de donde no lo había para hacerse cargo de elaborar tortillas y tapas frías que él pudiera servir durante el día. Tampoco tenían terraza. Por entonces la acera de la calle Doctor Jiménez Díaz estaba calificada como de cuarta categoría y un jardín ocupaba prácticamente todo el espacio. Afortunadamente, el mismo año que trasladaron la Feria al Arenal y le tocó la lotería a media Córdoba, gracias a el número de Deza, a él le tocó un nuevo acerado más ancho. Redujeron la zona ajardinada, dejando solo un coqueto jardín vallado y así pudo solicitar su terraza , la que hoy día, en plena pandemia de covid-19, agradece enormemente poder tener, al igual que hizo aquel entonces.
Ahora, en pleno otoño, la tiene perfectamente acondicionada con toldos y calefacción para que incluso en un puente lluvioso como el que se presenta, sus clientes habituales puedan disfrutar de sus tapas y medias raciones. Los fijos y los más demandados de su carta son los ibéricos del Valle de Los Pedroches, especialmente la paleta ibérica de bellota, el queso de oveja, las puntas de solomillo con salsa verde, los torreznos de Soria (también conocidos por los habituales como «las barritas energéticas cuscurritas»), las anchoas de Castro Urdiales que transforman ellos mismos, el pescado, fresco del día, frito (pijotas, calamares…), gamba fresca cocida al momento, verduras de temporada como sus alcachofas fritas o su famoso tomate al currucucú (tomate aliñado con aceite, vinagre, sal, orégano, ajo refrito – con anterioridad para que no tenga un sabor muy fuerte – y unas tiras de ventresca por encima) «una mezcla mozárabe para chuparse los dedos», afirma Juan Luque. No podemos dejar de mencionar el plato con el que se ha identificado durante años a este establecimiento el combinado espejeño, huevos fritos, pimientos, patatas y chorizo de Espejo, un claro reflejo del orgulloso origen de Juan y su mujer María José.
«Al principio costó mucho trabajo» pero a lo largo de estos treinta y cinco años «se ha hecho mucha siembra» y el resultado es que tiene entre como clientes hasta a cuatro generaciones de las mismas familias del barrio, padres, hijos, nietos y biznietos. «Eso es Natali. Constancia y mucho mimar a la gente», afirma Juan orgulloso. Una clientela fiel que ha ido creciendo poco a poco y no le ha fallado, tampoco ahora en plena crisis. Por eso, y por el trato continuo con cada uno de ellos, de los que conoce nombres y apellidos, Luque los considera ya de la familia. «Cada vez que vienen, les pregunto por cada miembro de la familia. No puedo evitarlo, necesito saber que están bien».