Mozzarella, explosivos caseros y un botín de 600.000 euros
Las detonaciones en cajeros del grupo desmantelado en esta operación con nombre de queso italiano entrañaron un «alto riesgo» para las personas; robaron coches de alta gama y se disfrazaban de policías para secuestros exprés

Saltan las alarmas. El humo emborrona la imagen de las cámaras de seguridad. Ha habido una fuerte explosión. La gente que pasa por la calle ve a cuatro individuos con el rostro cubierto por pasamontañas a los que apenas se les ven cejas, ojos y nariz (parcialmente) que huyen en coches de gran cilindrada. En la mano llevan sacas de dinero de color gris, relatan los testigos.
En este golpe, los encapuchados han conseguido llevarse más de 40.000 euros; veinte minutos después, en otra sucursal cercana, otros tantos. No serán los únicos robos. La Policía cree que este grupo, también dedicado a los secuestros exprés, habría pegado 'palos' en cajeros por todo el territorio nacional que han hecho volar por los aires billetes por valor de más de 600.000.
En total 15 robos, 14 investigados de dos grupos criminales que colaboraban entre sí y tenían el mismo proveedor de explosivos caseros; 23 registros simultáneos, una decena de cajeros inservibles y daños aún por cuantificar.
Son las cifras con las que se saldó la operación Mozzarella, bautizada así por el sistema que utilizaban para reventar los cajeros automáticos, conocido como pizza slide: palanca en mano forzaban la ranura de los billetes e introducían los explosivos -fabricados por ellos mismos con pólvora de petardos y otros artefactos pirotécnicos- para, después, con mazas, romper los cristales de la entidad bancaria, entrar, recoger el botín, meterlo en bolsas y correr.
Lo hicieron dos veces en Málaga y en Valencia, cuatro en Barcelona, y otras tantas en Madrid, aunque en la localidad de Pinto un coche de la Policía local frustró sus planes al personarse en el banco instantes después de que volara el cajero. No pudieron llevarse el dinero pero la explosión, como en el resto de ocasiones, obligó a una dotación de bomberos a inspeccionar los muros de carga del edificio. En este sentido, los investigadores alertan del «evidente y concreto peligro colectivo» que entrañaron las detonaciones.


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«Ya de por sí los daños son innumerables y cuantiosos, pero si los autores se exceden en la cantidad de explosivo existe un alto riesgo de que la estructura del edificio donde se ubica la entidad bancaria resulte dañada con el potencial riesgo de sus moradores», se puede leer en un informe que forma parte de la documentación del caso a la que tuvo acceso ABC.
De entre 30 y 40 años, la mayoría de los investigados se conoce del mismo barrio, el distrito de Usera y Villaverde, zona sur de Madrid, «conocida por ser la cuna de los mejores aluniceros y butroneros nacionales», destaca la Policía. El resto de miembros están afincados en Málaga.
Cuentan con un «amplio historial delictivo» y vienen, desde hace años atrás, «manteniendo relaciones criminales». Han sido detenidos en múltiples ocasiones por, entre otros delitos, robos con violencia. Despunta la sustracción de vehículos -«es su punto fuerte», en palabras de los investigadores-, especialmente de la marca Audi o BMW, y que utilizaban para trasladarse hasta los cajeros. «Les da una ventaja para huir de la Policía, evitan dejar rastro o poder ser vinculados con otros hechos delictivos».
Coches calcinados
Porque después abandonaban los coches en descampados cercanos, los quemaban o rociaban con extintores para borrar toda huella o vestigio que pudiera llevar hasta ellos. En el sumario obran fotografías de algunos de estos vehículos, totalmente calcinados, como los que usaron la noche que hicieron explotar una sucursal en Valencia en 2022.
Las vigilancias, seguimientos e intervenciones telefónicas permitieron, según los agentes, acreditar que el grupo había hecho de los golpes su 'modus vivendi'. «Carecen de actividad laboral alguna, de horarios y rutinas, llevando una vida anárquica en la que pernoctan hasta altas horas de la madrugada», concluyen. Y sus cotizaciones, «escasas», no permiten justificar -aseguran- el nivel de vida que llevaban. «Su fuente fundamental de ingresos proviene de actividades ilícitas».
La operación Mozzarella
Dos grupos coordinados
La operación Mozzarella se saldó el pasado mes de mayo con la detención de 14 personas que formaban parte de dos grupos criminales que colaboraban entre sí, según la Policía. Se practicaron hasta 23 registros simultáneos.
Secuestro exprés
Además de detonar cajeros automáticos en distintos puntos de España, los investigados habrían protagonizado varios asaltos con violencia. Destaca el secuestro exprés de un ciudadano de origen chino al que abordaron en la puerta de su casa. A otro le quitaron más de 30.000 euros.
Billetes con tinta verde
En los registros la Policía intervino numerosos billetes manchados de tinta verde, la misma que propagan los cajeros como mecanismo de seguridad en caso de robo. En el sumario constan denuncias por robo de coches de alta gama, que habrían utilizado en sus golpes.
En los registros, hallaron ocho relojes de lujo, material de cerrajería para la apertura de puertas, inhibidores de alarmas y gran cantidad de billetes impregnados de verde, una tinta que emana de los cajeros como sistema de seguridad para que puedan trazarse en caso de robo. También se intervinieron uniformes de Policía Nacional y Guardia Civil y placas metalizadas, con las que se hacían pasar por agentes de la autoridad para robar o secuestrar personas de alto poder adquisitivo.
«¡Policía! ¿Y el dinero?»
W.Z. es un ciudadano de origen chino afincado en Málaga, a quien cuatro hombres abordaron una mañana en la puerta de su casa cuando se disponía a tirar la basura. Le introdujeron a punta de pistola en un vehículo de color oscuro al grito de «¡Policía! ¡Policía! ¡Al coche!». La chica encargada del cuidado de sus hijos, atónita, se acercó para preguntar qué pasaba. «No se preocupe, somos agentes. ¡Blanqueo de capitales!» , le contestaron.
Llevaban puestos chalecos amarillos con la palabra 'Policía' rotulada a la espalda. Con las manos atadas y cinta adhesiva en ojos y boca, trasladaron a W.Z. hasta un descampado. «¿Dónde está el dinero?». Entre golpes, los captores le quitaron sus tarjetas bancarias, las llaves de su casa y más de 1.200 euros en efectivo con los que pensaba pagar facturas. La mujer que le socorrió le encontró con la cara llena de sangre, desorientado. El «miedo» le había hecho correr sin dirección. Consta al menos otro asalto más, a otro ciudadano de origen chino, a quien cerraron el paso con dos vehículos. Le robaron más de 30.000 euros.
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