En Bellcaire, un pequeño pueblo del Ampurdán que tiene poco más de 600 habitantes, celebran que Tito Vilanova les coloque en el mapa, el mejor embajador posible y motivo de orgullo para la buena gente del lugar. Apuntaba maneras de niño, interminables tardes golpeando a la pared con el balón mientras sacaba con buena nota los estudios.
Apuntaba maneras porque se despertaba pensando en el fútbol y a los 13 años ya saltó a La Masía, el paraíso para cualquier crío que sueña con ser algún día la estrella del Camp Nou. A Vilanova le quedó grande el templo azulgrana porque su carrera como jugador nunca fue de primer nivel, pero ahora es el dueño de uno de los banquillos más reputados, heredero natural de su íntimo Pep Guardiola. Es Tito Vilanova, un cerebro privilegiado. Es el gran desconocido.
Porque de Vilanova siempre se obtiene la misma respuesta, independientemente de a quién se le pregunte. «Es tímido, muy reservado». Y así de puerta en puerta, idéntica definición sin que eso sea un defecto. Dicen los que le conocen que esa timidez no le condiciona a la hora de tomar decisiones arriesgadas, que es un tipo que va de frente y que si cree conveniente reservar a Messi para darle descanso, lo hace. De hecho, ya ha sucedido con todo lo que ello implica, pues a Guardiola casi nunca le dio por sentar al argentino. Es un detalle, pero basta para presentarle.
Vilanova es lo que aparenta ante las cámaras, tranquilidad y reflexión. Sus ruedas de prensa duran menos de la mitad que las de Guardiola porque su lenguaje no encandila tanto y porque no tiene la misma capacidad oratoria. «Ahí siempre perderé, en esa y en cualquier comparación», aceptó desde el principio.
De hecho, aseguran que sus charlas en el vestuario son mucho más cortas y no necesita recurrir a la épica ni a mensajes demasiado profundos para contagiar al grupo. En los descansos de los partidos, el Barcelona salta con frecuencia cinco minutos antes al campo porque Vilanova no es de sermones. Simplemente, es de fútbol.
Dueño de la estrategia
Y de eso sabe bastante. Trabaja sin parar y estudia más que nadie, señalado públicamente como el estratega de la era Guardiola. A Vilanova le correspondía estudiar a los rivales y mantiene ahora el mismo método, asesorado por los ojeadores Álex García, Domènec Torrent y Carles Planchart. Ellos graban hasta cinco partidos del oponente desde una visión panorámica y los resumen en menos de un cuarto de hora, suficiente para tener todo bajo control.
Ya era así desde que entró en La Masía, académico y muy buen analista. Por ello fue a buscarle Guardiola, con quien coincidió en el fútbol base y en donde forjaron una muy buena amistad. Hay muchos aspectos diferenciales entre los dos técnicos, pero las rutinas son prácticamente calcadas.
Vilanova programa los entrenamientos a los mismos horarios, tampoco concentra al equipo salvo en puntuales excepciones, repite hotel y mantiene el mismo trato con los medios de comunicación. Eso significa que no concede entrevistas personalizadas aunque se ha abierto el grifo, muy ligeramente, con los jugadores.
La única diferencia es que en los viajes Guardiola vestía de calle y Vilanova lleva la misma ropa oficial que el grupo. Eso y que en el Camp Nou mantiene el asiento que ocupaba como segundo porque así está entre Jordi Roura (su segundo, el Tito de Tito) y Aureli Altimira (responsable de la preparación física).
La transición en el Barcelona ha salido a las mil maravillas. Vilanova, pese a las dudas que pudo generar porque el vacío de Guardiola se antojaba insalvable, mantiene la esencia del conjunto azulgrana. Con sus formas, con sus silencios, con su discreción, la misma que exigió cuando tuvo que tratarse de un tumor en la glándula parótida. Es el éxito de un entrenador de pueblo, tan sencillo y campechano.
