DESDE MI ESCAÑO
Les quema la responsabilidad
Miedo me da que al final los cabildos acaben teniendo la competencia y el control sobre los parques nacionales
EL fuego ha vuelto a ser noticia en los últimos días en Canarias. La Palma, Tenerife y, con especial virulencia, la isla de La Gomera han sido los centros donde las llamas han devorado superficie arbórea a una velocidad increíble. Pero el problema no es ya lo que se ha quemado y que, lamentablemente, no podrá recuperarse a corto plazo, sino que los incendios están sirviendo para lanzarse reproches desde el Gobierno de Canarias al Ejecutivo de Madrid, como si ahora la culpa de que arda una joya natural como el Parque Nacional de Garajonay sea del Gobierno de España.
Aquí, evidentemente, hay una concurrencia de responsabilidades y cada quien tendrá que asumir su parte alícuota, pero lo que no puede tolerarse de ninguna manera es que el señor Paulino Rivero salga en un medio nacional como es la Cadena COPE a intentar sacudirse las cenizas de la culpabilidad para intentar manchar por entero a otros que, en principio, no tienen por qué cargar con lo que tendría que ser un área de control del propio Ejecutivo canario.
Y es que todo el mundo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena o, en este caso, cuando la llama se propaga de manera alocada e incontrolada por nuestros maravillosos montes canarios. Ahora se queja el presidente Rivero de que carecemos de una base permanente de hidroaviones durante el verano. Pero, ¡hombre de Dios! ¿Ahora se da usted cuenta de esto? ¿Cuántos incendios no ha habido desde que usted es presidente de Canarias allá por el año 2007?
El problema de fondo es que las autonomías no han sabido, por regla general, asumir adecuadamente las competencias. Todas querían las transferencias, pero no por manejar la competencia en sí, sino por la partida presupuestaria que llevaba aparejada. En materia de montes, las Islas tienen el control y, por tanto, la decisión de contratar, adquirir o alquilar este tipo de hidroaviones, al menos durante las campañas estivales. Pero no, es más sencillo gastarse más de un millón de euros al año para que el «petit Napoleón de El Sauzal» surque los cielos de Canarias en helicóptero y que luego no haya un céntimo para tener tres o cuatro hidroaviones.
Con este panorama, miedo me da que al final los cabildos acaben teniendo la competencia y el control sobre los parques nacionales. Si una comunidad autónoma no sabe manejarse ante un incendio, ¿qué podemos esperar de los pequeños gobiernos insulares? Hoy más que nunca, aquí huele a chamusquina y si bien es cierto que el Gobierno central debería de poner remedio a los olvidos del Ejecutivo canario, éste, desde luego, no puede ni debe eludir sus responsabilidades, sobre todo porque conoce de primerísima mano todas las necesidades y las carencias de las Islas.
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