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DEL AGUA MANSA

VILLARRUBIA EN LAS MALVINAS

Dicen que desde Ferraz descalificaron las declaraciones intempestivas del nuevo prócer palentino

alejandro j.garcía nistal

TRAS el discurso institucional de Juan Vicente Herrera en la fiesta de Castilla y León —austero como la crisis, comedido hasta en las pausas, realista hasta el corvejón, humano con muchos quilates, equidistante de cualquier polémica, valiente en la defensa de los valores autonómicos, firme en la defensa del estado de bienestar, solidario con la identidad cultural de la Meseta y lo que queda de León, y escasísimo en lanzar llovizna partidaria sobre la concurrencia—, la leal oposición estuvo, por primera vez en la historia, más bien comedida. A Villarrubia, por ejemplo, se le veía eufórico en su estreno como secretario general y se limitó a repartir sonrisas y a señalar lo obvio: que vio al Presidente «adecuado y valiente», pero... ¡Vaya, por Dios, siempre un pero en el gaznate por digerir!

Óscar López, el hombre cargado de espinas, y que alguien debería regalarle unas pinzas con espejo de aumento incorporado para ver si se las saca de una vez, sólo abrió la boca, tras el cartel en rojo de los Premios de Castilla y León —él siempre tan telonero—, para repetir lo que le dijo Rubalcaba escasos minutos antes: que el decreto del Gobierno sobre televisión española es «sencillamente intolerable». Pues mira por donde, tronco, pero en lo tocante a esta espinita televisiva en particular son muchos los españoles que están de acuerdo con la medida: ya era hora de que Rajoy pusiera fin al sectarismo colado de una televisión pública que ve exclusivamente por los ojitos glaucos del socialismo zapaterista y de las jons que nos ha llevado, sencillamente, a la ruina.

La prudencia de Villarrubia, yo no sé por qué, dejó sin habla a la concurrencia del Miguel Delibes. El líder de la izquierda palentina brazo en alto y puño bien cerrado, y que hace tan sólo unos días se llevó de calle a la prensa escrita regional con reportajes, un día sí y otro también, de cinco y seis páginas sin contar las portadas, contenía la respiración. Quizás estaba impresionado por la escasa repercusión que tuvieron sus palabras el miércoles pasado, cuando el bótox de la señora de Kirchner se infartó con la «nazionalización» de la filial de Repsol en Argentina, y entonces el líder palentino salió en su defensa como buen peronista en celo. Calificó la reacción del Gobierno español de «patriotismo de hojalata», y como mejor zapaterista sacó la guerra de Irak de soslayo: «¿Vamos a ir a las Malvinas, o qué?».

Dicen que desde Ferraz descalificaron las declaraciones intempestivas del nuevo prócer palentino. ¿Sí? Pues debió de ser con la boca chica, porque ayer sábado supimos que los socialistas europeos en bloque se oponían a las sanciones europeas por un acto de piratería como ha sido la expropiación a Repsol. Así que Villarrubia debería estar dichoso: los socialistas, como él, están encantados con las Malvinas de la Kirchner. Vamos, que les debe ir eso del corralito, la nacionalización trincona, el peronismo fascista, el bótox a mogollón, los niñatos de la rapiña y la piñata, y la televisión socialista o muerte venceremos. ¡Qué días de gloria va a darnos Villarrubia!

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