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«Cásper» también reina entre rejas

El jefe de la banda que robó a Esther Koplowitz hace 11 años está acusado de seis secuestros, extorsiones y tráfico de drogas. Desde prisión, sigue al mando

«Cásper» también reina entre rejas G. C.

CRUZ MORCILLO/ PABLO MUÑOZ

¿Me conoces? Soy tu amigo el del Kiabi. ¿Te ha molestado alguien? Otra cosita: dile a nuestro amigo común que deje las cosas como están». Esta llamada telefónica fue realizada por Ángel Suárez Flores, alias «Cásper», el 9 de agosto del año pasado desde el patio de la cárcel de Valdemoro. La registró la antena de telefonía más próxima, en la carretera de Andalucía. Utilizó una tarjeta de prepago comprada por un afgano. La recibió, temblando, la persona que figura como testigo protegido número 4 (TP4) en el sumario que la Audiencia Nacional sigue contra la organización de «Cásper». El reinado criminal de uno de los abuelos de la delincuencia organizada en España continúa incluso entre rejas.

TP4 es una de las seis personas a las que Ángel Suárez y sus matones secuestraron y torturaron entre el 18 de diciembre de 2009 y el 10 de enero de 2010 para conseguir información sobre dos contenedores con cocaína que llegaron al puerto de Algeciras. «Mi compañero estaba en un estado deplorable. Y me dijo: me han cortado los dedos. Uno de ellos me lo enseñó. “Tócalo, tócalo por si no te lo crees”». Es la declaración del testigo ante el juez Eloy Velasco.

Una baliza en el camión

Su compañero, el testigo protegido número 1, encargado de tramitar la documentación de Aduanas en el puerto, fue capturado por «Cásper» y sus hombres la mañana del 18 de diciembre haciéndose pasar, ironías de mafiosos, por guardias civiles de la UCO. Lo trasladaron a una nave y allí le dieron una paliza de muerte. No les pudo dar pistas del contenedor porque las ignoraba, de manera que le cortaron con un hacha varios dedos del pie. Le obligaron a llamar a la persona que se ocupaba de descargar las mercancías y meterlas en los camiones.

A la cita-cebo se presentó parte de la banda —participaron una decena de delincuentes— y este hombre (TP4) también fue secuestrado. Como aviso le enseñaron el muñón de su amigo y los dedos envueltos en un trapo antes de averiarle las costillas a golpe de bota militar. Ya no dejaron de amenazar a ninguno de los dos ni a sus familias hasta que meses después ambos, aterrorizados, acudieron a la Policía.

Pero antes de liberarlos de la nave de Algeciras, «Cásper» que se identificó como «Óscar», le proporcionó al testigo 4 una baliza y le obligó a colocarla en el camión que transportaría el segundo contenedor hasta El Cuervo (Sevilla). El primer cargamento de cocaína se les escapó. El segundo ya casi estaba en sus garras. Los hampones descansaron los días de Navidad en sus chalés de Madrid, y el 10 de enero repitieron otra visita sorpresa. Ese día el episodio de terror de la nave de Algeciras se trasladó a la localidad sevillana.

Allí retuvieron a cuatro personas, algunas vinculadas con la importación de los contenedores de madera que escondían droga. Esposados, atados los pies con bridas, en habitaciones diferentes, los molieron con barras de hierro y palos. A uno de ellos, después de partirle la pierna derecha, le quemaron la espalda con un soplete y le despegaron la carne a golpes. Acabó incosciente, con la pierna y ocho costillas rotas, tirado en la puerta de un ambulatorio. Poco después sufrió un infarto. Otra de las víctimas fue de visita a la casa y recibió el mismo trato despiadado. Los falsos policías, la banda casi al completo, le lisiaron una pierna con el atizador de la chimenea mientras le preguntaban por una cocaína de la que jamás había oído hablar.

En la causa contra la banda de «Cásper» —también apodado «el Loco», «el Padrino de Madrid», «Óscar» y «Adolfo», según el interlocutor y la conveniencia— hay siete testigos protegidos, incluido un abogado. Cinco de ellos cuentan con vigilancia policial permanente por orden de la Audiencia Nacional.

Los mafiosos se dedicaban a robar grandes cantidades de droga a narcos, a los «vuelcos», en argot policial. Lo lograron en cinco ocasiones gracias a «la experiencia, especialización y nivel técnico que atesoran Cásper y sus hombres», señalan los agentes de la Unidad Central de Drogas y Crimen Organizado de la Policía en sus informes. A las víctimas de Sevilla les robaron 211 kilos de coca y se les imputa otro «palo» de cerca de dos toneladas que le quitaron al jefe de «Los Miami», Álvaro López Tardón, ahora encarcelado, y a uno de sus socios colombianos. Fue en el Puente del Pilar de 2010, aunque este «vuelco» aún se investiga.

«No soy David Copperfield»

Desde el pasado mayo, «Cásper» y el núcleo duro de su organización están en prisión. En su declaración ante el juez Velasco se permitió la siguiente bufonada. El magistrado le preguntó por los «vuelcos». «Yo no me llevé ningún contenedor debajo del brazo ni en Algeciras ni en Alicante ni en Valencia», respondió. «Me llamo Ángel Flores, no soy David Copperfield, no me lo llevo así, ¿sabe?», contestó chasqueando los dedos cual avezado ilusionista, después de reprocharle a Velasco que no se hubiera leído el sumario.

En agosto de 2010, Suárez fue detenido por la Guardia Civil en Córdoba cuando volvía de hacerle una «visita» a otra víctima. Prestó 217.000 euros a un marroquí para que importara droga. El individuo desapareció con el dinero y «Cásper» decidió cobrárselo al intermediario que les había presentado: un empresario de Aguilar de la Frontera en cuya casa se instaló el delincuente una semana para dejarle claro que no había condonación de deuda. «O me pagas o coloco de putas a tu mujer y a tus hijas para cobrarme lo mío», amenazó al cabeza de familia.

Son sus métodos habituales: extorsiones, amenazas, palizas, robos o lo que toque. En una escucha de septiembre de 2009, recogida en el sumario, llama a un hombre y le pregunta si es el cuñado de Fabián Ramos. Le dice que quiere hablar con él porque su familiar le debe 450.000 euros y no lo localiza. Le amedrenta diciéndole que sabe dónde tiene su interlocutor su chalé y su local: «Dile a tu cuñado que o se pone en contacto conmigo o le meto una lata de gasolina a tu casa. No tengo nada personal contra ti, pero él es un hijo de puta». Poco después, Fabián le pide unos días para conseguir el dinero; confía en tenerlo esa misma semana. «Como no me contestes —bufa «Cásper»— pillo a tu cuñada por la oreja; me llevo a tu mujer y la meto en el maletero. Mariconadas las justas. Eres un malnacido y un informal».

Suárez Flores es uno de los mafiosos más cualificados con sello hispánico. Rápido, inteligente, sagaz... lleva más de veinte años delinquiendo y sobran dedos de la mano para contar los años que ha pasado en prisión. Se jacta de oler a la Policía, uno de las profesiones habituales que adopta, aunque también se hizo pasar por juez.

De 8.000 a 14.000 euros al mes

El magistrado Eloy Velasco, asombrado de sus negocios en Camerún, Ucrania o Colombia, con peregrinas empresas de biodiésel, medicinas contra el cáncer, coches de lujo o aparatos espías, le inquirió:

—¿Que profesión tiene usted?

—Yo soy intermediario.

—¿Y qué gana de promedio al año?

—Pues, señoría, de momento entre 8.000 y 14.000 euros mensualmente.

—Pues fíjese, la Agencia Tributaria dice: ejercicio 2008. Percepciones laborales brutas: 8.821,24 euros

—Pero señoría es que salí de la cárcel en marzo de 2008 (al año siguiente declaró 2.000 euros y en 2010 llegó a 24.000 euros).

—¿Es posible que defraude usted a Hacienda?

—Algo sí, señoría.

—Pues vamos a añadir una imputación más contra usted.

La Policía divide la organización criminal de «Cásper» en tres ramas: la técnica o madrileña; la dura o valenciana y la de apoyo o francesa. Es un grupo vertical, en el que «no todos saben lo mismo, pero cada miembro es imprescindible». Son más de treinta, capitaneados con mano férrea por Suárez Flores. Casi a su nivel está Bruno Morone «el francés o belga» y «Mario», que logró fugarse. Seis individuos del núcleo duro están en prisión: el propio Ángel, «Sergio», «Bro», «Marco», «el francés» y «Bigotes»; otro de la rama de apoyo sufre hemiplejía y está en un hospital. Cuatro más siguen en busca y captura.

La «bañera de pirañas», como define un policía a los señores del crimen nacional (Suárez, López Tardón, Peña Enano... y sus respectivos adláteres), está revuelta y el futuro parece incierto para ellos. La guerra entre grupos por los robos de droga está servida. Un subalterno, José Ignacio Rocha, la definió en una escucha: «Si es que el material (la coca robada) no es de una persona, es de tres. Quinientos eran de Álvaro, mil y pico del Jimmy y el resto de otros que no sé quiénes son». Demasiado dinero evaporado.

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