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Ellos las prefieren gordas

En contraste con la levedad de Occidente, Mauritania -al igual que buena parte del Magreb- insiste en lo rollizo como ideal de belleza femenina

Ellos las prefieren gordas efe

luis de vega

Aquella mujer que llegó al doctor desprendiendo un tufo preocupante no estaba enferma, al menos a primera vista. Tras explorarla, el galeno halló entre los descomunales michelines de la paciente un ratoncillo medio descompuesto. Además de gruesa, la señora no era muy amiga de la higiene. Esta historia fue relatada a este reportero por un agente de los servicios secretos de un país occidental destinado en la ciudad de Nuakchot, capital de Mauritania. Aseguró ante la sorpresa e incredulidad del periodista que no se trataba de una leyenda ni de algo que hubiera ocurrido hace décadas. Era verídica actualidad.

Desde hace años la hambruna azota a Mauritania con la misma fuerza que en otras regiones de África, pero llama la atención del visitante el porte de muchas de sus mujeres, especialmente las árabes de raza blanca. La explicación no viene dada por la dieta, sino por el canon cultural imperante, más próximo al tipo Rubens o Botero que al Giacometti.

Nadie lo esconde en el país magrebí: los mauritanos las prefieren gordas. Seguramente la inmensa mayoría no se ven atraídos por las chicas que pueblan nuestras pasarelas y revistas o que ilustran las páginas de célebres y disputados calendarios. Para ellos vivimos rodeados de muchachas esmirriadas. Lo que para muchos occidentales es gordura para ellos es salud, belleza y buena posición social. Y no se preocupan por debates sobre dónde comienza la delgadez y cuál es el índice de masa corporal ideal.

Pero ese ideal de belleza va más allá. Mauritania cuenta —aunque cada vez menos, eso sí— con granjas de engorde para que niñas, adolescentes y mujeres suban de peso a base de mucha comida y nada de ejercicio. Es la práctica conocida en el árabe local como «lebluh», del que forman parte pastillas, jarabes y, en algunos casos, incluso piensos animales, según informa Efe.

K. M. M. Salem, una mujer de 40 años, explica que antaño se recurría más que ahora al engorde a la fuerza. Salem entiende que hay que distinguir entre el cuerpo «musculoso y tieso» de los hombres y el «carnoso y suave» de las mujeres, aunque ella considera que la «carnosidad» no es obesidad, que ella sí considera una enfermedad.

Algunas mujeres preparan en esos peculiares centros de engorde su matrimonio, que no podría celebrarse sin una novia rolliza y bien entrada en carnes que llene la colorida tela en la que enrollan sus cuerpos y que conforma el traje tradicional, la melfa. Hace un lustro, sin embargo, un estudio del Ministerio de Sanidad reconoció que cada vez son menos las mujeres que ingresan en ese tipo de centros y que «solo» un 11 por ciento de las mujeres son sometidas a tal tratamiento, según un reportaje publicado en 2004 por la BBC.

Mauritania es una república islámica donde no se celebra la Navidad, pero nada mejor que esta página para consuelo, quizás, de aquellas que estos días se llevan a la boca con cierto remordimiento unas buenas dosis de turrones, mazapanes y polvorones. Y de paso que Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón recuperen su mítico tema de los ochenta: «Ellos las prefieren gordas».

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