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ABC Cultural

David Mora o la fuerza del corazón

Menos mal que la Virgen del Mar le echó un capote para que no pisase otra vez la enfermeríaMenos mal que la Virgen del Mar le echó un capote para que no pisase otra vez la enfermería

ROSARIO PÉREZ

A matar o morir. Así se volcó David Mora sobre el morrillo del encastado tercero para rubricar una faena de muchos quilates. Como el que se tira al vacío sin red, a ciegas, se lanzó el toledano, que no fue corneado de milagro. Menos mal que la Virgen del Mar le echó un capote para que no pisase otra vez la enfermería. Porque el de Borox debutaba en Almería con los puntos crudos de una cornada en el escroto sufrida veinticuatro horas antes en Bilbao. Un par le echó el matador, que sustituía a Cayetano, con un estupendo parladé. «Fardón» tenía mucho que torear. Y David se agigantó como Goliat para fardar de toreo grande: muleta adelantada, mano baja y larga, zapatillas asentadas, el pecho ofrecido... Con doblones poderosos, cosidos a una trincherilla y un pectoral —que los borda—, principió Mora, quien se plantó luego en los medios, despatarrado, para cuajar importantes tandas a derechas. Le costó más hallar el acople a izquierdas, pero aun así dejó notables naturales y remates de pinturería. Porque esta promesa del escalafón mayor enlaza sobriedad y clasicismo castellanos con resplandores de arte que calaron en el coso andaluz. En el Sur y en el Norte: cuando el toreo se deja arrastrar por la fuerza del corazón se siente de Despeñaperros hacia arriba y hacia abajo. Se ganó dos orejas y perdió un trofeo más por su desafinado acero frente al boyante sexto, mironcete este y a menos, tónica general de la noble corrida.

La emoción (angustiosa) vino en la segunda parte del palo «Flamenco», un quinto que sembró el desconcierto al derribar en varas. Sombrerazo para El Boni, quien hizo un quite a cuerpo limpio para socorrer al piquero. Se había enfundado un terno fuego y oro Sebastián Castella. Y al rojo vivo puso la plaza con sus trío de péndulos en el platillo frente a un potable toro, al que el francés —firme como con el descastado segundo— exprimió hasta última hora. No tuvo reparos el usía en otorgale el doble galardón. Más exquisito se puso con El Cid, a quien negó la oreja del cuarto tras mostrarse por encima del flojo y soso «Descorchado», al que cazó de un espadazo. A pie se marchó el sevillano, clásico y templado con el noble primero, mientras sus compañeros eran izados.

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