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Arash Arjomandi - Opinión

El match point del #MeToo

Quizá, hoy más que nunca, podamos afirmar, con Eugenio Trías, que «el futuro es mujer», porque asistimos a un cambio de estado. Una revolución histórica semejante al mayo del 68 que ahora se conmemora

Arash Arjomandi

Siempre me han despertado enorme atracción los sucesos que hacen de «punto de partido». Dos películas de no hace muchos años despertaron la atención del público sobre este tipo de acontecimientos. Match Point (2005) de Woody Allen muestra, mediante un desacostumbrado pero verosímil relato, que determinados hechos puntuales y aislados pueden provocar giros decisivos o desvíos cruciales en la marcha de los acontecimientos. De ahí la metáfora tenística: el caer azaroso de la bola a un lado o a otro de la red puede provocar la derrota en un partido que, quizá, no estuviera perdido. El narrador de otro largometraje, El extraño caso de Benjamin Button (2008) –un asombroso cuento de Scott Fitzgerald– muestra de otro modo, en un momento del film, este mismo tipo de fenómenos.

Se trata de hechos o sucesos, aparentemente del montón, que, sin embargo, tienen el trascendental efecto de romper un estado de equilibrio largamente establecido, llegando a desbordar por completo lo planificado. Son acontecimientos que provocan lo que en química se denomina cambio de estado: en un punto de sublimación, condensación, ebullición, fusión, etc., la materia, siendo la misma, sufre de pronto un cambio cualitativo que altera totalmente sus estructuras.

Pueden ser considerados, desde otro punto de vista, manifestaciones del denominado efecto mariposa; es decir, eventos puntuales, aparentemente coyunturales, que, sin embargo, provocan cambios globales.

Recuérdese, por ejemplo, las caídas de Ben Ali , Mubarak y Gadafi o la guerra de Siria , que han sido consecuencia de las oleadas de protestas iniciadas a causa de una simple bofetada que, al requisarle la mercancía y medio de subsistencia, le propinó, en Túnez, una policía a un joven frutero, quien, desesperado y humillado por una vida de miserias, decidió quemarse a lo bonzo .

O bien, el insólito suceso casual que originó nada menos que las dos guerras mundiales, el fin de cuatro imperios, la Revolución bolchevique, la redefinición de las fronteras mundiales, el surgimiento del fascismo, del nazismo y del Holocausto: el que Gavrilo Princip se encontrara casualmente comiendo un emparedado en el bar frente al cual se detuvo por error el coche del archiduque austríaco.

Por no mencionar la Revolución iraní de 1979 –a la postre, el germen de las guerras de Oriente Medio y del yihadismo– que se desencadenó a raíz de una revueltas iniciadas como protesta contra un simple artículo de prensa que insultaba a Khomeini en uno de los periódicos del país.

Y bien, podemos pensar, de igual modo, que las 2 noticias del pasado mes de octubre publicadas en The New York Times y The New Yorker acerca del escándalo Weinstein constituyen un efecto mariposa en toda regla.

En nuestro país, ese match point está siendo, sin duda, la reciente sentencia de «La Manada». Un veredicto aparentemente puntual que, sin ser ni la primera ni la única de tan indignante tenor, ha precipitado un cambio de estado en las conciencias.

Ambos hechos –el uno, a escala global; el otro, en el contexto nacional– constituyen el paso a un nuevo paradigma con relación a uno de los aspectos fundamentales de nuestras vidas: la equidad entre las dos mitades de la población humana. Así, sin darnos cuenta, casi de un día para otro, una reivindicación in crescendo desde hacía múltiples décadas ha alcanzado, con ambos sucesos, su punto de saturación. Y es que los grandes cambios que tienen lugar en las almas y mentes necesitan siempre de un suceso decisivo, de un match point , que provoque un efecto mariposa y convierta un cambio gradual, de naturaleza cuantitativa, en una mutación radical, cualitativa, semejante a la aceleración del avión sobre la pista de despegue que, llegado a una determinada velocidad, muta en un cambio de segundo orden y hace despegar el avión.

Quizá, hoy más que nunca, podamos afirmar, con Eugenio Trías, que “el futuro es mujer”, porque asistimos a un cambio de estado. Una revolución histórica semejante al mayo del 68 que ahora se conmemora; «un evento importantísimo –escribe Trías– siempre que no lo circunscribamos de manera provinciana a Francia, sino también California, Gran Bretaña, Alemania ; incluso España a pesar del franquismo. Se asistió a una verdadera revolución, la única que ha tenido fecundidad en el siglo XX. Frente al fracaso trágico de las revoluciones marxistas, que terminaron en terribles tiranías burocráticas, de pronto sobrevino una nueva convicción filosófica y política. Freud ganó la partida a Marx . Lacan a Althusser. La Escuela de Frankfurt venció al estrecho marxismo oficial. Mucho más importante que propiciar una revolución económico-social era conmover el secular, milenario, atávico edificio de la sociedad patriarcal, y el reparto de roles sexuales, o de dominación y servidumbre, entre hombre y mujer. Se inició lo que hoy mismo se halla en pleno auge y progreso: la paulatina e irreversible igualdad entre los dos sexos».

@ArashArjoma es filósofo y profesor de la EUSS (UAB)

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