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cataluña en españa, una historia común

Revolución guerracivilista contra el «establishment»

La imagen de una Cataluña levantada contra España y luchando por su libertad en la Guerra de los Segadores

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La revuelta de los segadores ha sido utilizada por la historiografía nacionalista catalana como una “revolución nacional” catalana contra la opresión de la monarquía española, una imagen de una Cataluña levantada contra España y luchando por su libertad. Es absolutamente falsa.

El proceso fue mucho más complejo. A los problemas del alojamiento de tropas, del aumento de los impuestos y de los planes de Olivares de reformar las instituciones del principado y de toda España había que añadir una revolución social preexistente que se extendía del campo a la ciudad: las rivalidades entre bandoleros, el odio de los pequeños agricultores contra los nobles y las enemistades de los ciudadanos contra las oligarquías sociales explotaron en una auténtica revolución social incontrolable.

Así, lo que había comenzado siendo un alzamiento controlado en Barcelona, pronto se convirtió en una revolución con aspectos de guerra civil incontrolable que afectaba a todos los “ricos”, a los aristócratas y nobles de las principales ciudades y a todos los que detentaban autoridad, que eran considerados como traidores. Este era el sentido al grito de “Viva el Rey de España y muera el mal gobierno”.

Esta división también tuvo una dimensión personal: Tamarit, a consecuencia de la condena a su padre por parte de las autoridades reales que disminuyeron su fortuna, y Claris por las disputas que tenía con el obispo de la Seu d’Urgell y con el propio virrey. Por su parte, el líder de los segadores, Rafael Goday, era una preso común recién fugado de la cárcel al que la Real Audiencia había condenado a muerte días antes.

La confusión ante los acontecimientos fue aprovechada por Pau Claris para imponer su solución: la convocatoria de Cortes apenas tuvo repercusión con una escasa presencia de los Brazos, nombró una Junta de 36 en representación de los brazos que era más fácilmente manipulable, estableció el nombramiento de un comandante en jefe de “cualquier nación” cuando las conversaciones con Francia hacía tiempo que habían comenzado en secreto y forzó la negativa de la Junta de los 36 a la propuesta de conciliación de Olivares, aunque la asamblea de los Brazos habían discrepado del acuerdo.

Las consecuencias de la aventura de Claris fueron terribles: en vidas humanas por las pérdidas en el campo de batalla y por la peste que asoló Cataluña; en recursos económicos por el aumento desmesurado de los gastos públicos y por un sector comercial arruinado por el cierre del mercado italiano y español y la competencia de los productos franceses y en el orgullo de los catalanes por la división y mutilación de Cataluña en dos con la pérdida del Rosellón.

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