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PECADOS CAPITALES

Irak no fue la razón, sino la excusa

Diez años después del 11-M, Reinares desvela que la atrocidad se decidió en 2001, dos años antes de Irak

Mayte Alcaraz

CUANDO el dolor tiene diez años a sus espaldas es como si pesara tanto como una eternidad. En el año 2004 pasaron muchas cosas en España, desde la fiesta de la democracia en forma de elecciones hasta una boda real con aroma a cuento de hadas, pero sobre todo pasó y pesó una: el 11-M, cuatro caracteres periodísticos donde refugiar la vesania de un atentado que dejó casi 200 vidas entre los raíles de un tren que España se prometió de vida, pero que terminó siendo de muerte. Dentro de doce días, la tinta se clonará para recordar el décimo aniversario de la infamia de aquel ataque terrorista que descuadernó a decenas de inocentes y colocó nuestras miserias políticas a la altura y el color del betún. A sabiendas de que todos los ejercicios de consuelo serán tan inútiles como el timbre de los teléfonos que sonaban en los bolsillos de las víctimas aquella mañana mojada en lágrimas, nadie se mantendrá ajeno. Y entre los que rememorarán lo ocurrido habrá muchas almas poco caritativas que ocuparon sus energías en rentabilizar electoralmente el horror y sembrar de minas políticas el relato de los hechos.

Hace unos días, Zapatero desvinculaba en una televisión su inesperado acceso al poder de un hipotético castigo que los electores hubieran infligido a Aznar por su apoyo a la invasión de Irak. El expresidente pretendía así reivindicarse, pero, sin querer, desautorizaba también a su cuerpo de guardia que en aquellas horas construyó una crónica que desprendía un espeso humo de propaganda y agitación con el que se revocó un resultado que, a priori, y por mucho que le cueste reconocerlo al exmandatario, pintaba bastos para su formación. Dos lustros después, Fernando Reinares, uno de los más reputados especialistas en terrorismo internacional, acaba de publicar un libro –definitivo, añado yo– titulado «Matadlos» (Galaxia Gutenberg), que disuelve cual azucarillo la argamasa con la que se levantó el relato falaz de que el Gobierno de Aznar se buscó la tragedia con su apoyo a Bush. Reinares cose con datos incontestables la tesis de que Irak no fue la razón, sino la excusa para la masacre, puesto que Al Qaida decidió atentar contra España en 2001, dos años antes de la foto de las Azores. Y lo hizo en respuesta al desmantelamiento de células yihadistas en Europa.

Es difícil que una verdad aventada por el sectarismo vaya a ser rectificada diez años después. Máxime cuando, lejos de enmendarnos, la crisis ha sido otro perfecto caldo en el que cocer dosis oceánicas de mentiras oportunistas, populismo trasnochado y demagogia barata sobre el mojado pavimento de nuestra democracia imperfecta. Pero junto a la verdad judicial que escribieron los tribunales de lo que ocurrió ese 11-M –la única admisible en democracia– un experto escribe ahora la verdad ideológica de aquella atrocidad. Es interesante que se le escuche. Rubalcaba y los amantes de la conspiración, también.

Irak no fue la razón, sino la excusa

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