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Aznar cierra el círculo

Aznar realizará esta semana las dos últimas visitas a Castilla y León como presidente del Gobierno, a las que se sumarán otras citas electorales durante la campaña. Cierra así el círculo que le vincula a la tierra que le vio nacer en política y que le llevó a presidir la Junta en 1987. Curiosamente, Aznar entró en Castilla y León «por la puerta de atrás» y en dos años se adueñó de la entonces AP. No lo tuvo fácil en la región y, primero, como diputado por Ávila, y, después como candidato a la Presidencia de la Junta, nunca logró el respaldo mayoritario de su partido. Su política austera en el gasto, su apoyo al sector privado y su gobierno en coalición son claves que asumió durante aquellos dos años y posteriormente ha trasladado a La Moncloa

El primer gobierno de Aznar en Castilla y León. De izquierda a derecha, Pérez Villar, Lucas, Aznar, Posada, De la Riva y Zamácola. EFE

TEXTO: JOSÉ LUIS MARTÍN

VALLADOLID. Nadie le quería en Ávila cuando en 1982 desde Madrid le propusieron para encabezar la lista al Congreso por Alianza Popular en esta provincia y tras haber recibir el rechazo en Soria. Posteriormente, en 1987, tampoco recibió un apoyo masivo como candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, donde tuvo que «pelear» con Rodolfo Martín Villa por este puesto. Pero su gestión al frente de la Comunidad hizo posible que en tan sólo tres años (1987-1989), José María Aznar, uno de los primeros políticos de AP que se atrevió a criticar en el Club Siglo XXI al entonces líder de este partido, Antonio Hernández Mancha, diera el gran salto a Madrid.

«Vino a Ávila impuesto desde Madrid y no encontró buena acogida al principio porque tenían otro candidato», rememora el que fuera su gran apoyo en esos inicios Feliciano Blázquez, actual diputado del PP y que entró en política de la mano de Aznar tras un encuentro fortuito en una cafetería de Madrid. «Fue una conversación muy importante porque le vi que tenía algo y al día siguiente le acompañé ya a hacer la campaña». Y es que el reto al que se enfrentaba Aznar en Ávila era triple: por una parte, llegaba a una provincia feudo del CDS y tierra de Adolfo Suárez; por otra, eran los años de mayor auge del PSOE, y, finalmente, el bajo número de votos que AP había cosechado en las últimas elecciones de 1979, que apenas alcanzaban los 6.000 apoyos, dificultaba su éxito.

Ese muro que se encontró en la provincia abulense, tanto por su partido como por la situación política, lo consiguió derribar en la campaña de 1982. Aznar dio un vuelco a los resultados electorales de la ciudad amurallada y por sorpresa AP pasó a sumar 37.000 votos, lo que le colocó en la organización política más votada por encima del CDS, UCD y el PSOE. «Tenía unas ideas claras de lo que era el momento político de España y lo que nos jugábamos. Los que le menospreciaron cometieron el error de pensar que era de la derecha pura y dura, cuando lo que hizo fue desterrar esas ideas», sostiene Blázquez, que dejó su profesión de anestesista para trabajar con él.

De 1982 a 1986 continúa como diputado nacional por Ávila en el Congreso y su residencia seguía instalada en Madrid. Algunos le criticaron por acercarse poco a la provincia a la que representaba y que era Blázquez el que en multitud de ocasiones trataba de «tapar» sus ausencias, mientras que otros lo niegan en rotundo: «Era disciplinado y siempre venía a los comités ejecutivos y viajó mucho por la provincia; recorrió casi todo los pueblos», aseguran miembros del PP abulense.

Otro paso más lo dio cuando en 1985 fue designado en un congreso en Palencia presidente de AP de Castilla y León, rodeándose de políticos de la talla de Fernando Fernández de Trocóniz, Félix Pastor Ridruejo y el propio Feliciano Blázquez.

Un año más tarde repitió como candidato al Congreso por Ávila, no sin cierta polémica, y en 1987 fue elegido como candidato de AP a la Presidencia de la Junta, designación que volvió a dividir a los populares de esos años que, aunque no cuestionaban su valía, preferían a alguien de la Comunidad. Incluso el propio alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, ahora amigo personal de Aznar, en una reunión del Comité Ejecutivo celebrada en el hotel Montico de Tordesillas criticó con firmeza: «¿Nadie hay en la región que tenga que venir uno de fuera?», según aseguró a ABC el propio De la Riva.

Consiguió la victoria en Castilla y León con 33 años y con apenas 3.000 votos más que los socialistas -el mismo número de escaños- y se vio obligado a gobernar en coalición con el CDS tras muchas negociaciones con el partido de Daniel de Fernando. Sería uno de los primeros pactos de gobierno de España, para muchos, su gran baza, ya que entró con un Parlamento escaso de escaños azules y salió con una mayoría absoluta clara. Y es que desde que Aznar abriera la puerta del Colegio de la Asunción de Valladolid, sede de la Junta, su partido no la ha vuelto a cerrar en 16 años.

Pero si algo ha caracterizado a Aznar al frente del Gobierno castellano y leonés fue su política económica basada en la austeridad de lo público (mínimo gasto corriente y máxima inversión) y la confianza en el sector privado y empresarial. Una forma de trabajar que se gestó en Valladolid y que ha mantenido a lo largo de los años al frente del Gobierno de la Nación. Un ejemplo anecdótico, pero claro de esta forma de gestión, fue la polémica decisión de eliminar la visa oro a sus consejeros para evitar que justificaran gastos de forma ilimitada. De hecho, como recuerda el alcalde vallisoletano, «a los consejeros nos tuvo el sueldo congelado los tres años». Además, nada más entrar en el Ejecutivo autonómico, que completó con tan sólo cinco consejerías, prescindió de cierta burocracia, gabinetes y organismos para reducir la estructura del Gobierno. «El Aznar de Castilla y León y el de hoy tiene unas ideas y unas actitudes parecidas para estar en política», reconoce el secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Miguel Ángel Cortes, a quién Aznar rescató en 1987 del Ayuntamiento de Valladolid para ser portavoz del PP en las Cortes y que siempre ha estado cerca del presidente.

«Su apuesta por el centro político no es algo reciente. Fue una idea que ya tuvo en la campaña electoral autonómica de 1987», subraya Cortes. Blázquez recuerda una ponencia política que defendió en el primer congreso provincial de AP el entonces diputado por Ávila con las mismas pautas que apoya actualmente.

En clave política, el actual presidente del Gobierno central participó junto a Juan José Lucas en las intrigas del regreso de Fraga para poner fin al liderazgo de Hernández Mancha. Y es que Manuel Fraga siempre fue el gran apoyo de Aznar durante esta época. De hecho, Castilla y León, y en concreto el hostal San Marcos de León, fue el marco en el que se cerró su salida de la región. Tras una breve, pero intensa reunión con Fraga, Aznar volvió a Valladolid sabiendo que iba a ser el candidato de Fraga para el cartel electoral de las elecciones generales en un momento en el que AP buscaba de forma urgente una alternativa al andaluz Hernández Mancha y bajo el apoyo de Rodrigo Rato, Federico Trillo, Juan José Lucas, Santiago López Valdivielso, Jesús Sepúlveda, Carlos Aragonés, Jesús Posada, Herrero de Miñón, o el vallisoletano Miguel Ángel Cortés. Hombres muy cercanos al presidente, al que se le puede sumar después el entonces «joven valor» Ángel Acebes y su mano derecha en Castilla y León Miguel Ángel Rodríguez. Algunos de ellos, entre los que se encontraba Cortés, fueron denominados posteriormente «el clan de Valladolid», a pesar de que casi ninguno procedía de esta provincia. «Nunca he sabido cuál era el censo de ese clan, lo que tengo bien claro es que no tiene estatutos ni hay organización», bromea Cortés.

«Parco en palabras, inexpresivo y serio». Tres calificativos que chocan contra lo que debe ser el perfil de un buen político. Pero si en algo coinciden los que más le conocen es que es, ante todo, «un trabajador». Desde su salto a la Moncloa, Quintanilla de Onésimo se ha convertido en el nexo de unión con la tierra castellano y leonesa. Una vinculación que concluye esta semana con dos visitas a la capital vallisoletana antes de dejar la política activa.

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