El monopolio de las partituras
La SGAE dispone del mayor archivo de obras de teatro lírico de España

El Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) que dirige Emilio Casares se ha convertido en el buque insignia de la recuperación de obras de nuestro repertorio musical. Él es el responsable de desempolvar multitud de obras olvidadas en archivos y bibliotecas de todo el mundo. Su labor se ha impuesto en un panorama desolador, donde apenas podían subsistir las editoriales musicales y donde se miraba con desdén el patrimonio histórico de nuestra música. El ICCMU se convirtió así en su principal valedor.
Pero el ICCMU es sólo un eslabón dentro de una cadena que controla todo el proceso de recuperación y difusión de nuestro patrimonio musical. Todos ellos dentro de la SGAE. El primero de ellos y fuente de muchos de sus trabajos es el Centro de Documentación y Archivo (Cedoa), que custodia el mayor número de partituras de teatro lírico de España (8.000 zarzuelas, 1.700 partituras originales, 30.000 libretos, 30.000 partituras de canto y piano).
Esto se ha convertido en un filón pues muchas de ellas ya eran de dominio público (no cobraban derechos) y ahora al ser revisadas vuelven a percibir el 10 por ciento por derechos de autor (que se suele repartir entre el investigador y el ICCMU).
Pero la cadena no se queda ahí. Las partituras recuperadas o revisadas por el ICCMU son editadas por la empresa Iberautor, también de la SGAE. El último eslabón es la grabación, que no siempre se lleva a cabo, pero en cuyo caso se suele realizar dentro del sello Autor, perteneciente a la Fundación Autor, también dependiente de la SGAE. En la página web de la entidad de gestión se puede comprobar cómo todos estos eslabones pertenecen al Grupo SGAE, cuyo Presidente Ejecutivo es Eduardo Bautista.
Sin embargo, en un momento en el que otros editores buscan su espacio, son muchos los que empiezan a ver con recelo esta actividad. Lo más grave para muchos herederos o intérpretes es la imposibilidad de poder acceder a los materiales originales. El motivo: las supuestas malas condiciones de los materiales. Así la única opción que les queda es solicitar la nueva edición, o «edición crítica», que sí devenga derechos de autor. No deja de ser curioso que en los albores de la creación de la SGAE, muchos autores depositaron en ella sus partituras para que velara por ellas, existiendo incluso entonces un departamento de copistas para mantenerlas en óptimas condiciones.
La omnipresencia de la SGAE en el control de las partituras ha provocado el descontento también de muchas instituciones. Mientras el Liceo ha preferido realizar su edición de «El árbol de Diana», la Orquesta de la Comunidad de Madrid ha creado su editorial para no pagar a la SGAE, que ve con preocupación y malestar la creciente competencia.
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