Vientos fuertes, toros flojos
Primera corrida de la temporada en Las Ventas: ilusionante mano a mano, ovación inicial a los toreros; luego, casi nada...
La fuerza está en el viento, no en los toros de Jandilla. No fracasan Fandiño y Mora pero tampoco triunfan.
La inauguración de la temporada taurina madrileña era antes un acontecimiento nacional; según Edmundo de Amicis, más que un cambio de ministerio (lo cual no es mucho decir): «Los que andan escasos de dineros hacen economías; los padres prometen a los jóvenes estudiosos que los llevarán a la corrida; los amantes lo prometen a las hermosas». Toda España desarrugaba el ceño, con los toros: eran otros tiempos...
Fandiño y Mora son ahora las esperanzas, para muchos aficionados. Los dos se han formado a la antigua, en corridas duras. El toreo de Iván es recio, viril, centrado en lo esencial: el poderío y el valor. Además, se entrega a la hora de matar. David está menos toreado pero sigue también los cánones del toreo clásico: ¿es coincidencia que viva en Borox, el pueblo del admirable «paleto» Domingo Ortega? Su búsqueda del temple lo avala.
Esta tarde —como tantas— reina el viento en Las Ventas. En los primeros toros, sobre todo, hace casi imposible torear con lucimiento. ¿Cuántas veces se ha dicho que se buscaría un remedio? ¿Qué se ha hecho? Nada. Recuerdo el título de una novela de Elena Quiroga, gran aficionada: «Viento del Norte». Y otro, de Pearl S. Buck, que leí de joven: «Viento del Este, viento del Oeste». Sólo falta el viento del sur: no en Las Ventas.
No es feliz la vuelta de la ganadería de Jandilla a esta Plaza. La corrida, desigualmente presentada, es noble pero deslucida: el segundo y el cuarto, muy flojos. Todos se paran, transmiten muy poco, se apagan enseguida. Como las antiguas gaseosas de bolita... Con estos toros, aquí, no cabe triunfar, aunque los dos diestros muestren su disposición, toda la tarde.
Es emocionante y original la forma de recibir al primero de Fandiño: a portagayola, de pie, con el capote a la espalda. Compiten los dos matadores en quites. El toro se deja pero queda muy corto. Iván, muy plantado, brilla sólo en algún derechazo. Mata con facilidad.
Vuelve a estar firme en el tercero, que mansea, rebrincado. Aguanta derrotes, sin posibilidad de lucimiento, en medio del vendaval.
Saca nobleza el quinto, demasiado soso. Fandiño clava los pies en la arena, manda y liga en los derechazos. Al natural, el toro se queda corto, engancha la muleta. Prolonga con manoletinas que poco aportan. Una gran estocada cierra su digna actuación.
El segundo es muy flojo, piden su devolución. Lo mantiene el presidente, en medio de la bronca. David Mora vuela con temple el capote, luce su buen estilo en derechazos de mano muy baja.
Hace la estatua al recibir al cuarto, huido: es vistoso pero no es lo adecuado. Da mucha distancia al toro, lo embarca con gusto, le saca naturales a regañadientes pero todo se desluce por las caídas de la res. Esta vez no se entrega al matar.
Banderillea lucido El Chano al sexto. Comienza David flexionando bien la rodilla. Consigue muletazos sueltos valerosos, obligando al toro, que acaba desentendiéndose del trasteo.
No ha podido haber palmas de triunfo en el Domingo de Ramos. La fuerza —repito— debe estar en los toros, no en el viento. Para Fandiño y David Mora, tan dispuestos, ha sido una tarde decepcionante. Y para la afición. Esperemos verlos con los victorinos, en Sevilla.
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