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«EL BAR DE MOU»

Mourinho, o la verdad en números redondos

Mourinho, o la verdad en números redondos Reuters

IGNACIO RUIZ QUINTANO

Las buenas frases son la verdad en números redondos, y al final del partido que era el final de la Liga lo resumió Karanka en una buena frase:

—Para ser defensivos, cien goles están bien.

Por algo a Karanka le tiraron no hace mucho un aviso en la hoja de Roures: «Vete con “cuidao”, Aitor, que hablas como Mourinho y no siempre va a estar Mourinho contigo».

Todas las cosas son números, y los números del Madrid, a cinco goles del registro de la Quinta del Buitre, rompen el dibujo de los poetas de Valdano , que llevan todo el año denunciando en la hoja global en español que «el rey va desnudo»: frente a las excelencias ofensivas del tiqui-taca de las Desdémonas de Pep, Mourinho sería ese epígono de Maguregui que aparca un autobús de carniceros en la portería y que no prepara jugadas de ataque porque no se le ocurre ninguna. Es verdad que fichó personalmente a Özil, el elfo con movimientos de libélula , pero eso fue porque, como descubrió un director de hoja culé, Özil habla alemán y recibió de Mourinho la consigna de presionar a Stark, el celoso admirador del pequeño Messi. Ah, y el vestuario, un polvorín en manos de Mourinho, al decir de los vates del parnasillo progresista. Es decir, todos los valores del Madrid habrían sido disueltos por un portugués sin gafas ni bigote que no da bolilla a los poetas del gol.

Hasta donde uno ha estudiado, los valores del Madrid siempre han sido el mismo: la voluntad de ganar, que en el fútbol se manifiesta en la voluntad de meter goles . En un año, Mourinho ha organizado un Madrid cargado de juventud, de talento y de compromiso con el gol.

Cristiano ya llevaba dentro al caballo castaño oscuro que Cortés hizo caracolear ante los ojos admirados de Moctezuma. Pero lo que Mourinho ha hecho con Özil y Di María yo solo se lo he visto hacer, en los toros, a Corbacho con Talavante y José Tomás , que salían a la plaza diciendo lo buena que estaba la tarde para morir. Incluso Benzema abandonó ya aquellos rasgos de elegancia beduina propios del desierto que para él era Madrid y se presenta como un futbolista hecho y derecho que puede alternar sin complejos en el club de los virtuosos.

Los números de Cristiano, Pichichi de Pichichis con cuarenta goles y trece asistencias , son como una refutación irracional de la Teoría de la Magnitud, lo cual, «para jugar en un equipo defensivo» (es verdad que por primera vez en bastantes años ahí defiende todo el mundo), como diría Karanka, no están mal.

Los números del Madrid (un centenar de goles más una veintena de postes) indican que la verdadera unidad de medida del fútbol de ataque es el gol , y que todo el incienso del tiqui-taca no es más que logorrea de quien va de catedrático de literatura porque ha leído la solapa de «Bella del Señor».

—Lo importante son los títulos, no los goles—, dicen ahora los perros flautas del Gandhi de Sampedor.

¡Pero eso es Giovanni Trapattoni!

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