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El talento se saca el pasaporte

Los «head hunters» confirman que el ejecutivo español, espoleado por la crisis, tiene cada vez menos reparos en hacer las maletas para crecer en el extranjero

ABC

FERNANDO PÉREZ

Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Muchos ejecutivos y directivos españoles se han aferrado a la máxima cervantina para, haciendo de la necesidad virtud, convertir la crisis en una oportunidad de expandir sus horizontes profesionales. «Para progresar es imprescindible. Hace años la experiencia internacional era algo raro en un currículum. Ahora ha pasado de ser un plus a convertirse en un requerimiento», explica Eugenio Hernández, socio de Seeliger y Conde. Esta tendencia podría causar en España la descapitalización de talento, porque muchos de los que se van, no vuelven, al menos mientras nuestra economía no recupere el pulso. Y, en un círculo vicioso, el déficit de competitividad por la marcha de los mejores profesionales no ayudará a ello.

«En un contexto en el que el consumo y la inversión internacional están estancados existe mayor receptividad a la movilidad geográfica, a aceptar las oportunidades que se plantean fuera. Se podría hablar de fuga de talento, porque las personas que tienen la posibilidad de irse son las buenas», afirma Guillermo Ruiz Pita, socio de Egon Zhender In., quien reconoce que «el que se va, sabe que la vuelta no está garantizada».

Cambio de mentalidad

«La tendencia de las empresas es a enviar a sus trabajadores con contratos y salarios de los países de destino», explica Miguel Ángel Zuil, socio director de Boyden. Una estrategia que dificulta el regreso. «Si uno quiere volver tiene que acordar la repatriación al salir, porque luego va a ser muy dificil», precisa Hernández, quien prefiere no hablar de fuga de talento, «porque tiene una connotación negativa, y hay que entender que el talento no tiene fronteras, va donde se le necesite».

Algo ha cambiado en la mentalidad de nuestros ejecutivos. Un estudio de Cátenon de 2008 arrojaba que sólo un 17% estaba dispuesto a irse al extranjero tres o más años, y con exigencias de un 40% de aumento de sueldo. Un año después, el porcentaje de exiliados en potencia casi se había duplicado. Y sus condiciones, rebajado: un 15% se iría con un sueldo igual o inferior al que percibía. Además, según el INE, los españoles que residían fuera de nuestro país en octubre de este año eran 1.389.916, más de 205.000 personas que en octubre de 2007, lo que supone un alza en torno al 15%.

«El talento emigra donde hay oportunidades e inversión. España ha dejado de ser atractiva. Ahora si una multinacional tiene un buen directivo de cultura latina probablemente prefiera mandarlo a Brasil», explica Alberto Bocchieri, socio de Neumann International. El empobrecimiento es doble: perdemos el genio foráneo que llegaba arropado por la inversión internacional y exportamos lo mejor de nuestra cosecha de capital humano.

«Las tasas de desempleo acaban por ser lineales para todos los puestos, y la escasez de éstos propicia la marcha a países con mejor situación laboral. El directivo español debe aprovechar esas oportunidades, porque, además, está muy bien valorado en el extranjero», afirma Zuil.

«Antes nos costaba encontrar candidatos para determinadas posiciones. Ahora podemos tener hasta tres muy diferentes», afirma Cristina Villanova, directora de márketing de Cátenon España, quien considera que, a pesar de los avances, «no somos muy flexibles respecto a otros países europeos. El mundo es uno y hay que moverse». «La crisis es sólo un acicate que acelera el proceso, pero hay que asimilar que el terreno de juego es global y lo será cada vez más. Quien no lo entienda, no entiende hacia donde va el mundo», añade Hernández.

Sin embargo, no siempre querer es poder. «Tener disposición no basta. Se precisa un perfil que no todo el mundo cumple. Hay que saber idiomas, claro, pero sobre todo tener cultura y mentalidad internacional, haber estado ya algún tiempo fuera, conociendo otras realidades, y tener capacidad para motivar equipos de naturaleza dispar. Todo eso no se improvisa», asegura Bocchieri. «Por el idioma, a veces hay más dificultades al trasladar profesionales dentro de España que al extranjero», se lamenta Hernández.

El proceso se afianza al tiempo que las empresas españolas, incluidas las pymes, asumen que hay que mirar hacia afuera para sobrevivir. «Con independencia de su tamaño, la internacionalización es la vía de escape en este contexto de crisis», sentencia Villanova. Definitivamente, el talento ha cogido el pasaporte.

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