Zapatero suelta lastre
EL cese o la dimisión inducida de Mariano Fernández Bermejo se produce cuando su continuidad representaba un peligro sobrevenido para las expectativas electorales del PSOE en el País Vasco y Galicia. Hay más necesidad que virtud en una dimisión de la que Solbes no tardó ayer en confesar que sentía envidia -escenificando su ya conocida incomodidad con su cargo y su incapacidad para gestionar la crisis-, pero habría que acotar la responsabilidad política que ha asumido Fernández Bermejo al dejar su puesto, porque todo lo sucedido era previsible en función de su trayectoria y responde al consentimiento del presidente del Gobierno. La cacería con Garzón fue un grave error de Fernández, pero no el único, ni el más grave en términos políticos. Su arrogancia ha sido jaleada por su partido hasta que empezó a ser un problema que destacados dirigentes se encargaron de airear estos últimos días, como Patxi López o José Bono. Fernández Bermejo no es el único responsable de su desastrosa gestión: Zapatero lo fichó a sabiendas de su sectarismo, de su agresividad ideológica y de su falta de tacto para la tarea que se le encomendaba. Quizás el PSOE consideró que era necesaria una bronca institucional con la Justicia para someterla y eligió a Fernández Bermejo para conseguirlo. Por eso, su cese es también el fracaso de Rodríguez Zapatero en su política judicial, y certifica su responsabilidad por haberlo nombrado y haberlo mantenido en su puesto tras las elecciones de 2008. Si las urnas vascas y gallegas no tuvieran un pronóstico tan apretado como el que reflejan los sondeos, es probable que Zapatero no hubiera soltado lastre en el Ministerio de Justicia, dando al PP la gran baza de esta legislatura. En efecto, la estrategia del PP ha sido un éxito. No sólo porque Rodríguez Zapatero se ha visto obligado a prescindir de Fernández Bermejo, sino porque su salida da fuerza a las críticas políticas por la forma en que se está llevando la investigación de la «operación Gürtel» y a las sospechas de intromisión del Ejecutivo en las decisiones de Garzón. Por eso están pendientes muchas explicaciones tanto de la cacería como de lo tratado por ambos, juez y ex ministro, en sus encuentros privados mientras el sumario estaba en marcha y orientado contra cargos del PP. Últimamente ha habido episodios muy graves para el Estado de Derecho, y el cese del ministro de Justicia no los zanja sin más.
Queda para el sucesor de Fernández Bermejo una larga cadena de problemas. Francisco Caamaño es un jurista con amplia formación y que, sobre todo, goza de la confianza directa del presidente y la vicepresidenta del Gobierno, de los que ha sido asesor principal en las reformas estatutarias, lo que da buena cuenta de su proximidad a ambos, aunque no tanta de sus planteamientos sobre el modelo de Estado. No le será difícil mejorar la imagen de su nuevo departamento, pero tiene retos muy importantes: le esperan jueces movilizados, un CGPJ superado por los acontecimientos, una discutida reforma de la oficina judicial, la renovación del Constitucional y la reforma del Código Penal. Zapatero eliminó la interlocución con la Justicia al nombrar a Fernández Bermejo. Ahora quiere recuperarla con un hombre de su confianza, bien considerado y con modos personales más propicios para la negociación. Su éxito dependerá de que Zapatero realmente quiera tener la Justicia en paz o en permanente estado de discordia.
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