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Más autores que lectores

Todo el mundo tendrá inmediata respuesta a la pregunta de este título. Cómo va a haber más gente que escriba que gente que lea. Sin embargo... Ya también en pleno curso literario, en el que se otorgan los premios más conocidos, aunque no siempre más importantes, como no sea por la bolsa millonaria que comportan. Los galardones más «mediáticos», por mayor aparición en los «medios». Esos «mass media», según palabro entre inglés y latín, que todavía hay quien, muy buen filólogo, traduce por «masa media». En fin, Premios y autores «mediáticos», pues, sobre todo por cuanto atañe al género literario tenido por el «género rey»: la novela. Esta novela que tienta a no pocos desconocidos aspirantes a creador de «best sellers», así como a no pocos buenos novelistas a los que más de un editor avispado casi les promete -¡o les promete y a veces cumple!- el galardón. Galardón al que tantísimos narradores españoles se presentan con ingenua esperanza. Y que al no obtenerlo, llevan su original de concurso en concurso, a ver si...

Son tantas las novelas que acuden a los premios más famosos que esto lleva a pensar que, «mutatis mutandis», hay más o casi más autores que lectores. Es muy grande la cantidad de novelas que pasan de concurso a concurso. Pero, ¿en realidad son distintas, o una misma y no premiada obra a la que se le va cambiando el título? No lo digo sin experiencia alguna de miembro de jurado. A veces, sólo viendo lo manoseado de un original, se puede deducir que es de los que han apostado en una y otra esquiva. Rueda de la Fortuna adversa. Ciertamente, y juegos verbales aparte, no hay más narradores -ni más poetas- que lectores, pero verdad también que una suerte de «novelitis» -si se me permite el neologismo-contamina nuestra cultura.

¿Se deberá, además de al interes dinerario, a que publicar no es fácil, como no se haya ingresado en la Rueda de los Mediáticos? Por lo tanto, acudir a los concursos literarios. El narrador desconocido tiene dificultades para editar, en ocasiones incluso si obra es buena. Editar tampoco es llevadero para el poeta, que a menudo tiene que acudir a los premios, por supuesto, salvo raras excepciones, nada ricos en bolsa. Pero con tal de ver impresa la obra, el poeta se conforma. E igual, igual que por lo que atañe a los novelistas, se diría que hay más autores de versos que lectores, lo que es mucho más cierto que cuando se trata de comparar el número de prosistas y el de quien abres sus libros. Decir esto me recuerda unos versos de Jules Superviella que, traducidos literalmente, rezan: «Sed buenos con el poeta,/el más dulce de los animales,/prestándonos su corazón y su cabeza,/interpretando nuestros males,/deviene nuestro jumento...»/ Pero no nos sentimos muy inclinados a cargarle con nuestros pesares. Sin embargo, el pobre poeta no cesa, tanto o más que el novelista, de aumentar su censo, y esto también lleva a suponer que hay más vates que lectores...

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