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Curar con la mente

Sonreír alarga la vida. No es broma... es ciencia

Los científicos han descubierto que las emociones positivas pueden curarnos. Y creen haber hallado la puerta misteriosa que le permite al cerebro actuar sobre nuestro organismo: el nervio vago. Otra buena noticia: la alegría y la paz interior están clínicamente asociadas a la longevidad. Sonría y lea.

Martes, 11 de Octubre 2022

Tiempo de lectura: 8 min

Sonreir alarga la vida. No es broma... Unos siete años de media. Un estudio epidemiológico de la Universidad Wayne de Detroit (Estados Unidos) llega a esa conclusión. Los psicólogos estudiaron las fotografías de 196 jugadores de béisbol de 1952 y anotaron cuántos salían sonriendo. Luego investigaron cuáles

de ellos seguían con vida. El resultado: los risueños viven casi 80 años; los serios, 73.

El estudio parece anecdótico, pero se inscribe en una corriente novedosa en la medicina académica y que avalan decenas de investigaciones. La felicidad es curativa. Que las emociones influyen en nuestra salud ya se sabía. Pero hasta hoy los científicos se habían centrado en las emociones negativas (ansiedad, depresión, estrés...) que aumentan el riesgo de determinadas enfermedades.

Lo que la comunidad médica no tenía tan claro es que las emociones positivas también son importantes. La gente feliz no solo tiene vidas más estables, matrimonios más duraderos, mayores habilidades intelectuales y mejores relaciones interpersonales a lo largo de sus vidas. Esas vidas son estadísticamente más sanas y más largas. El bienestar psicológico reduce la actividad de las hormonas relacionadas con el estrés y nos hace menos vulnerables a las enfermedades infecciosas, coronarias, metabólicas y autoinmunes. Disfrutar de la vida debería ser un objetivo de los programas de prevención de enfermedades.

Un nervio nada vago. Los sentimientos y estados de ánimo pueden actuar sobre todo el organismo, pues el cerebro está conectado con el resto del cuerpo a través de fibras nerviosas. El nervio vago está considerado uno de los principales enlaces entre mente y cuerpo. Este nervio es parte del sistema parasimpático, o 'sistema de la calma', responsable del sosiego, la relajación y la regeneración. Nuevos estudios apuntan a que es posible influir voluntariamente sobre él a través de la meditación.

Los investigadores creen haber encontrado la conexión entre la felicidad y la salud: el nervio vago. «Es la estructura que une cuerpo y mente», afirma Thomas Schläpfer, psiquiatra del Hospital Universitario de Bonn a la revista alemana Der Spiegel. Un nervio vago en plena forma contribuye a que el corazón palpite con brío, a que la digestión sea regular y nos ayuda a alcanzar el orgasmo. Nos invita a empatizar, a mirar a los ojos, a sonreír... Los enamorados deberían dejar de dibujar corazones de tiza y aprender a pintar la complicada geografía de este nervio que parte del tronco del encéfalo y va a lo largo del cuello y del tórax hasta los intestinos, con muchas ramificaciones. Inerva el oído interno, la faringe, la laringe, los pulmones, el estómago, el intestino y el corazón.

Se puede estimular el nervio vago recurriendo a métodos como la meditación, el yoga y otras sabidurías milenarias que se están ganando el respeto en facultades y hospitales

Se puede estimular el nervio vago recurriendo a métodos como la meditación, el yoga, el zen y otras sabidurías milenarias que se están ganando el respeto en facultades y hospitales. La doctora norteamericana Bethany Kok ha comprobado que el nervio vago se activa con la meditación, pero también con una buena charla entre amigos. Amor, bienestar y compasión son el mejor ejercicio. «Las personas que atesoran sentimientos positivos mejoran el tono de su nervio vago. Esto está asociado con una buena salud y una vida más larga», asegura Kok, que realiza sus experimentos en el instituto Max Planck de Leipzig. «El médico nos dice que no deberíamos fumar ni comer demasiado, pero no nos suele aconsejar que seamos felices».

Psicólogos y médicos se proponen conciliar las técnicas de meditación procedentes del budismo y el hinduismo con los postulados de la medicina moderna. Monjes y yoguis les enseñan. En el Hospital General de Massachusetts (Boston, Estados Unidos), 15 pacientes diagnosticados con trastorno de ansiedad usaron su mente como si fuera un fármaco. Los voluntarios participaron en un curso de meditación durante ocho semanas. Consiguieron controlar mejor sus emociones y tuvieron menos problemas para dormir. Su cerebro había cambiado de forma positiva, como se comprobó con resonancias magnéticas: ciertas zonas de su córtex prefrontal aparecían muy irrigadas, aquellas que regulan los sentimientos.

Un 'medicamento' diferente. La meditación y el rezo procesan físicamente de la misma forma: provocan alteraciones bioquímicas que afectan a los órganos a través de la sangre o las fibras nerviosas.

Así que los médicos están empezando a tomar en serio el pensamiento positivo. Es más, cuando el médico despierta confianza, provoca en su paciente unas respuestas psicológicas que actúan como un medicamento. «Da igual si practico la meditación o si mi médico despierta en mí alguna expectativa de mejora: en el fondo, lo que hago es provocar alteraciones bioquímicas que llegan a mis órganos a través de la sangre o de las fibras nerviosas», afirma Manfred Schedlowski, psicólogo de la Clínica Universitaria de Essen.

El índice de supervivencia de las personas bien integradas en su comunidad es un 50 por ciento más elevado que el de las personas solas. La soledad es tan perjudicial como fumar

Esta sorprendente capacidad mental de curación viene programada de serie en el Homo sapiens, según los científicos que estudian la evolución. Todos tenemos de nacimiento un botiquín de primeros auxilios en el cuerpo. Este sistema repara heridas haciendo crecer tejido nuevo, elimina sustancias tóxicas con el hígado, lanza sus células inmunitarias contra los gérmenes... Pero estas acciones consumen energía y tienen efectos secundarios. Los vómitos y las diarreas expulsan los patógenos, pero también desperdician alimentos y líquidos. La fiebre achicharra las bacterias, pero recalienta los órganos. El cuerpo dispone de una especie de sistema de control que administra estas fuerzas curativas. Se encarga, por ejemplo, de que el sistema inmunitario funcione a medio gas durante los meses de invierno para ahorrar energía. El precio que pagamos por ello son los resfriados.


Este sistema de control puede movilizar fuerzas insospechadas. Unos médicos italianos lo comprobaron durante un terremoto. En el hospital tenían ingresadas a 14 personas aquejadas de párkinson; apenas tenían movilidad. Pero durante el seísmo el bloqueo desapareció momentáneamente y los pacientes corrieron buscando la salida.

Cuando el cerebro percibe una ayuda del exterior o cuando alcanza un estado positivo gracias a la meditación, este sistema de control consigue utilizar mejor la farmacopea interna del organismo. Por eso, sensaciones como el optimismo o la confianza pueden influir sobre la salud. Es algo que ya intuían los chamanes de la Edad de Piedra. Realizaban acciones médicas como entablillar una pierna rota con una rama o aspirar el veneno de una picadura, acciones que tenían un componente psicológico, pues conseguían que el sanador despertara la esperanza del paciente. Incluso cuando el brujo no tenía ningún remedio, siempre podía sacarse un as de la manga: los bailes, los tambores y unos conjuros conseguían también buenos resultados. A lo largo del proceso evolutivo se han ido formando en el cerebro diferentes áreas sensibles a estas prácticas de magia médica. Hoy se ha comprobado su existencia gracias a las resonancias. «La gente se siente más esperanzada cuando llega a la consulta del médico, igual que cuando brilla el sol o cuando se acerca el fin de semana», explican los investigadores británicos Nicholas Humphrey y John Skoyles.

Los médicos empiezan a tomar en serio el pensamiento positivo. Cuando despierta confianza en su paciente, el doctor le provoca incluso respuestas físicas que actúan como un medicamento

La fe también ayuda. Un estudio de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte (Estados Unidos), sobre casi 4000 ancianos concluye que las personas que rezan tienen vidas más longevas. También son importantes los vínculos sociales. La psicóloga Julianne Holt-Lundstand ha analizado los datos de más de 300.000 personas. Su conclusión: el índice de supervivencia de las personas bien integradas en su comunidad es un 50 por ciento más elevado. Estar solo es tan perjudicial como fumar.

Una clínica de Hamburgo ha estado aplicando la 'terapia del esparadrapo' a enfermos con dolores crónicos de espalda. Un médico pega con esparadrapo en las lumbares un tubo unido a una botella de perfusión e informa al paciente de que se trata de un analgésico muy potente. Al cabo de un cuarto de hora retiran el esparadrapo y lo dejan marchar. Cuando vuelven a revisión, la mayoría asegura que sus dolores se han reducido. Entonces, le explican que la mejoría deben agradecerla al poder curativo de sus mentes, ya que la botella solo contiene suero salino. Es el propio paciente el que fabrica el analgésico que le alivia, segregando endorfinas, un opioide orgánico.

El pensamiento positivo y la meditación producen una mejoría más clara si el paciente recibe, además, un tratamiento contrastado o un fármaco eficaz. Y a la inversa, el desánimo y las expectativas negativas pueden arruinar los efectos de una medicina. El cerebro del paciente reacciona a todo lo que el doctor dice. Y también es hipersensible a las señales no verbales. Una duda, una mala cara, información poco clara y en jerga técnica pueden ser casi tan perjudiciales como una infección. Por el contrario, una sonrisa, palabras sencillas, confianza, son herramientas curativas.

Incluso en intervenciones a corazón abierto, la confianza del paciente desempeña un papel decisivo. Y científicos estadounidenses han comprobado que las técnicas de meditación ayudan a prevenir infartos y accidentes cardiovasculares en personas con el colesterol alto.

Los anestesistas de la clínica universitaria de Regensburg (Alemania) intentan calmar la ansiedad de los pacientes recurriendo a estas técnicas. «Un accidentado, una parturienta y cualquier persona que entra a un quirófano se encuentra en estado de trance –explica el doctor Ernil Hansen a Der Spiegel–. Son muy sensibles a las sugestiones negativas y caen en el pesimismo». Lo que un paciente ve antes de su operación también suele ser bastante desagradable. Rejillas de ventilación, lámparas cegadoras, personas con mascarillas... «Aquí hemos optado por pegar en el techo pósteres de destinos turísticos, saludar a los pacientes antes de ponernos la mascarilla y dejar que sostengan la máscara respiratoria para que se familiaricen con ella».

Escuelas de relajación... y qué curan

Zen
Un estudio del Hospital U Quirón de Zaragoza ha probado cómo esta meditación aumenta la plasticidad cerebral, mejora la coordinación entre las neuronas y altera los circuitos cerebrales, induciendo a mejoras permanentes. Disminuye a su vez la actividad metabólica neuronal y aumenta la inmunidad.
Chi kung
Un trabajo de los profesores María D. Flores Bienert, Gregorio V. Nicolás y Manuel G. López, de la Universidad de Murcia, estudió a 458 empleados públicos con alto nivel de estrés laboral y los sometió a un tratamiento de formación teórico-práctico de un mes basado en esta técnica relacionada con la medicina china tradicional. Los trabajadores experimentaron una mejora sustancial de los niveles de ansiedad, volviendo a cifras de la población sana.
Hatha Yoga
Un estudio de la Universidad del Estado de California, en Los Ángeles, demostró que la práctica del yoga intensifica la densidad de los huesos vertebrales. Su capacidad para bajar los niveles de la hormona del estrés y el cortisol ayuda a conservar el calcio de los huesos y contribuye a alcanzar la relajación muscular y a bajar el ritmo respiratorio, favoreciendo así entrar en estados mentales más serenos y tranquilos.
Taichí
Científicos de la Universidad del Sur de Florida y de la de Fudan, en Shanghai, verificaron aumentos en el volumen cerebral y mejoras en las pruebas de memoria y pensamiento en ancianos chinos que practicaban taichi chuan tres veces a la semana, según informa un artículo publicado en el Journal of Alzheimer’s Disease.
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