Psicología, deporte, sexo...
Psicología, deporte, sexo...
Viernes, 05 de Diciembre 2025, 10:15h
Tiempo de lectura: 8 min
Existe un momento en la vida en que empiezas a mentir sobre tu edad. No sumas, como hacías cuando eras adolescente y querías entrar en esa discoteca. Ahora es al revés. Porque, en algún momento, cumplir años deja de ser motivo de celebración para convertirse en síntoma de declive. Cuarenta y crisis existencial. Cincuenta y ya dejaste atrás lo mejor. Sesenta y notas que te explican las cosas como si dieran por hecho que no te enteras...
Las redes arden con el debate generacional: los millennials acusan a los boomers de no querer repartir el pastel; los boomers responden que los jóvenes no saben lo que es esforzarse; y la generación Z derroca gobiernos mientras ojea su TikTok. Y eso sin contar a los mayores de 65, a los que por algo los demógrafos llaman 'la generación silenciosa'.
Y es que la sociedad occidental mantiene con el paso del tiempo una relación bipolar. Por un lado, lo idealiza: la sabiduría acumulada, la experiencia… Por otro, lo teme: el deterioro físico, la dependencia… Esta contradicción genera lo que los investigadores denominan 'el pantano': un terreno de ideas contradictorias donde conviven veneración y miedo; admiración, rechazo y, lo peor, la invisibilidad.
Esta narrativa dominante ignora un hecho fundamental: cumplir años no es un proceso uniforme. Si con los niños se monitoriza su desarrollo con percentiles y gráficas, con los adultos la edad cronológica resulta inútil para predecir capacidades, salud o funcionamiento cognitivo. La edad es solo un número, y uno bastante malo para saber cómo se desempeña una persona. Se nos olvida que envejecer es un proceso acumulativo. Se suman experiencias vitales impredecibles –pérdidas, enfermedades, oportunidades económicas o su ausencia, acceso a la Sanidad, redes sociales que se expanden o contraen, responsabilidades de cuidado, viviendas con o sin ascensor; todo cuenta– que interactúan con una genética única. El resultado es una diversidad enorme donde las generalizaciones se vuelven absurdas. Pues bien, resulta que la ciencia tiene bastante que decir al respecto. Estos son los diez grandes mitos sobre cumplir años que la investigación reciente desmonta sin piedad.
Depende de qué capacidad hablemos. Es cierto que la 'inteligencia fluida' —capacidad de resolver problemas sobre la marcha— alcanza su pico a los 27 y luego declina. Así que, si tienes 45 y compites con tu sobrino de 20 en un juego que requiera pensar rápido, puede que pierdas. Pero existe otro tipo de inteligencia, la 'cristalizada': todo lo que aprendes a lo largo de tu vida. Vocabulario, conocimiento general, experiencia... No solo no disminuye con los años, sino que mejora hasta bien entrada la vejez. ¿Cómo preservarla? Las interacciones sociales estimulan la mente, conversar y participar en actividades intelectuales mantiene el cerebro activo. ¿Y cómo se va al garete? Un macroestudio publicado en 2024 en The Lancet identificó que el aislamiento social es uno de los principales factores de riesgo que explican hasta el 45 por ciento de los casos de demencia senil. El secreto para mantener el 'coco' fino: vida social activa, aprendizaje continuo y, sí, salir con los colegas cuenta.
Sí, las aptitudes físicas declinan con los años: después de los 60, la capacidad aeróbica puede caer más de un 20 por ciento por década. Pero esto les sucede a quienes se pasan los días en el sofá. Las personas mayores que hacen un ejercicio rutinario ganan hasta un 30 por ciento de movilidad, fuerza y equilibrio. El problema es que en España menos de la mitad de ellas realiza actividad física regular. Y el sobrepeso es muy prevalente: afecta a casi la mitad de los hombres y a más de un tercio de las mujeres. Pero algo está cambiando: basta con entrar en cualquier gimnasio para ver que ya no son territorio exclusivo de veinteañeros. El boom del fitness ha llegado también a los mayores. Empieces a la edad que empieces, el ejercicio funciona.
De hecho, pasa justo lo contrario. Múltiples estudios muestran que existe la 'curva en U de la felicidad': la satisfacción vital empieza alta en la juventud, se desploma en la mediana edad —cuando la vida está en todo su extenuante fragor— y vuelve a subir hasta alcanzar su pico en las últimas décadas. Una investigación reciente de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos sitúa el punto de inflexión alrededor de los 47 años. ¿Por qué pasa esto? Los científicos lo llaman el 'sesgo de positividad': con los años, el cerebro aprende a saborear las pequeñas alegrías del día a día y le presta menos atención a los disgustos. Dejas de compararte con los demás, dejas de perseguir objetivos imposibles... El último Informe mundial de la felicidad, publicado por Naciones Unidas, lo confirma: en España, los mayores de 60 años se consideran a sí mismos más felices que los menores de 30.
En España, el 73 por ciento de las personas mayores de 65 años tiene al menos una enfermedad crónica, pero la mayoría de estas dolencias son, en gran medida, prevenibles. Un estudio alemán de 2024, con más de 23.000 personas, encontró que cuatro hábitos saludables básicos —los de siempre: no fumar, mantener el peso, hacer ejercicio y comer sano— reducen el riesgo de diabetes en un 93 por ciento; 81 por ciento el de infarto; 50 por ciento el de ictus y 36 por ciento el de cáncer. Y otra investigación de Harvard encontró que las personas de 50 años que siguen esos mismos hábitos saludables de manera continuada vivirán 31 años libres de enfermedades crónicas, es decir, hasta los 81; ocho años más que los que no se preocupan de su salud.
No pierdes la ilusión, la concentras. Es cierto que la curiosidad intelectual declina con los años: las personas mayores buscan menos novedad, tienen menos apertura a experiencias nuevas y prefieren lo familiar sobre lo desconocido. Pero esto no significa que se vuelvan apáticas. Lo que pasa, según los psicólogos, es que con los años te vuelves más selectivo. Cuando eres joven, tienes todo el tiempo del mundo y tu cerebro dice: «Hay que probarlo todo». Cuando eres mayor y sabes que el tiempo es limitado, tu cerebro dice: «Voy a centrarme en lo que de verdad me importa». Lo que sí puede suceder es que tengas la sensación de que has perdido el paso ante la avalancha de novedades, sobre todo tecnológicas. Pero el problema no es falta de interés, sino barreras reales: interfaces diseñadas por ingenieros que no piensan en alguien con artritis o peor vista.
Una de cada tres personas mayores se siente sola. En España, el aislamiento social se ha convertido en uno de los grandes retos de la salud pública. En cierto modo es ley de vida: con la jubilación pierdes contacto diario con compañeros, muerte de amigos y pareja, problemas de salud que dificultan salir, hijos que se mudan lejos y una sociedad cada vez más individualista. Pero no es inevitable ni universal. Las amistades en esas décadas, cuando las tienes, son especialmente valiosas. No necesitas un montón de amigos, con dos o tres buenos ya vale. Aquí las mujeres tienen más facilidad para socializar. Y estudios epidemiológicos señalan que las redes femeninas de amistad son un factor que influye en esos cinco o seis años que viven más de media que los hombres.
Seis de cada diez hombres y cuatro de cada diez mujeres mayores de 65 años en España siguen siendo sexualmente activos, según la última Encuesta nacional de salud y sexualidad. Uno de cada cuatro tiene más de cinco relaciones sexuales al mes. Las prácticas más habituales son los besos, las caricias, el coito y la masturbación. Los factores que sí limitan la actividad sexual son reales pero tratables: disfunción eréctil en hombres, sequedad vaginal en mujeres, enfermedades crónicas, medicación y sobre todo la falta de pareja, que el 65 por ciento de las personas inactivas señala como causa principal. Paradójicamente, estudios recientes muestran que la satisfacción sexual puede mejorar con los años: las relaciones se vuelven más íntimas, más divertidas, menos centradas en el rendimiento.
Cumplir años trae algunos miedos, la mayoría justificados. El más documentado es el miedo a caer. Y no es irracional porque el 60 por ciento de los mayores no recupera su nivel de movilidad previo después de una caída. Pero los estudios muestran que muchas personas desarrollan más capacidad de aceptar la incertidumbre y gestionar mejor el estrés que en la juventud. La experiencia acumulada ayuda a distinguir mejor entre riesgos reales y temores exagerados, y a apoyarse en estrategias que ya han funcionado otras veces: humor, apoyo social, relativizar, pedir ayuda a tiempo…
La ansiedad que nos genera nuestra propia mortalidad (y la de nuestros seres queridos) alcanza su pico en la mediana edad y luego disminuye. ¿Por qué? Porque la muerte deja de ser una abstracción lejana y se convierte en parte de la realidad cotidiana, y paradójicamente eso la hace menos aterradora. Además, con los años te centras más en el presente, en lo que te da satisfacción inmediata: no estás planificando los próximos 40 años, estás disfrutando el café de esta mañana. Eso reduce la ansiedad existencial.
Este es quizá el mito más pernicioso. Los estudios muestran que las personas que tienen planes, objetivos y proyectos viven más y mejor que las que se resignan a «esperar el final». Tener metas en cualquier etapa está asociado con mejor salud física, mejor función cognitiva y menor riesgo de demencia. Una investigación de Harvard confirma que mantener objetivos vitales está vinculado a la longevidad y la calidad de vida. No hablamos de «conquistar el mundo», sino de objetivos adaptados: aprender algo nuevo, viajar, completar un proyecto personal, mimar una relación. Los planes cambian con los años, pero siguen siendo planes, formas de dar estructura y significado a la vida. El problema es pensar «ya para qué». Esa actitud acelera el deterioro.