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¿Por qué son únicos?

Un CSI para desvelar el misterio del Stradivarius

Legiones de lutieres han intentado replicarlos. Sin éxito. No han podido emular su sonido, sublime, perfecto. Ahora, los científicos someten a exámenes dignos de 'CSI' a estos instrumentos musicales fabricados hace 300 años por un artesano italiano y que son joyas irrepetibles, valoradas en millones de euros y codiciadas en todo el mundo. Buscan la fórmula que los hace únicos.

Jueves, 11 de Agosto 2022, 11:25h

Tiempo de lectura: 7 min

Nació en 1710 en Cremona (Italia); vivió en el palacio del rey de Inglaterra; estuvo en la batalla de Waterloo; después vivió en Berlín, Tokio y ahora reside en Suiza. Tiene 300 años. Es un violín, un stradivarius.

Se llama Rey Jorge en

honor a su primer propietario, Jorge III de Inglaterra, y pertenece a un club muy selecto formado solo por 650 miembros repartidos por todo el mundo. Su vida y la de sus ‘hermanos’, también con nombre propio (Capitán Saville, Español, Hammer, Lady Tennant, Condesa Polignac, Viotti… ), aglutinan el misterio, la alta cultura, la Historia y ahora también la ciencia.

Bajo el microscopio. Los expertos han examinado el barniz que aplicó Antonio Stradivari a los instrumentos que fabricó: contiene una mezcla de sílice, carbón, carbonato de potasio y cenizas. Esta masa la pulverizaba y cocía. La dejaba secar durante semanas y luego la untaba en los instrumentos: endurecía la madera y aumentaba su capacidad de vibración.

¿Cómo consiguió el artesano italiano Antonio Stradivari dotar a los instrumentos que fabricó de una sonoridad tan sublime? Muchos lutieres han intentado replicarlos, sin éxito. Los expertos continúan -300 años después de que Stradivari los ensamblara- indagando en el corazón de estos instrumentos, en busca de su fórmula secreta. Los miran a través de rayos X, los examinan con tomografías y con espectroscopios, analizan estos diamantes musicales por los que pujan los nuevos magnates rusos, jeques árabes o multimillonarios asiáticos.

Su cotización en los últimos veinte años se ha multiplicado por doscientos: diez veces más que el oro

Los Stradivarius son un negocio. Muy rentable: su cotización en los últimos veinte años se ha multiplicado por doscientos. Diez veces más que el oro. Y son pocos: Antonio Stradivari (1664-1737) construyó algo más de 1110 instrumentos musicales en sus 57 años de oficio.

Era lento. Fabricaba solo unos 20 al año. Sobreviven 550 violines, 63 violonchelos, 18 violas, cuatro mandolinas, 14 contrabajos, un par de guitarras y una única arpa. En el Laboratorio Arvedi de la Universidad de Pavía, abierto en el Museo del Violín de Cremona, han utilizado técnicas dignas del ‘CSI’ para rastrear hasta la última molécula de la madera de los instrumentos fabricados por el mítico lutier. Han llegado a una conclusión: es posible que Stradivari tratase los violines con una mezcla de caseína (una proteína de la leche) e hidróxido de calcio, lo que producía una cola especial. También creen que utilizó un aislante obtenido del aceite de lino o de nuez y resina de pino, y una capa de barniz fabricado con aceite, colofonia (resina natural de color ámbar) y cinabrio (mineral rico en azufre y mercurio).

El más caro y el único original.Se llama Lady Blunt (a la izda.), como una de sus dueñas, nieta de Lord Byron. En 2011, la Nippon Music Foundation recibió por él 15 millones de euros de un comprador anónimo, que entregó a las víctimas del tsunami de Fukushima. (A la derecha) Los 650 Stradivarius que se conservan tienen tres siglos de vida: se han retocado muchas veces. Solo hay uno que se conserva intacto (incluido el barniz); es el Tenor Toscano, una viola de 1690 que se expone en Florencia.

Fue Antonio Stradivari un artesano de una meticulosidad obsesiva. Se cuenta que, en las noches de Luna llena, vagaba por los bosques de Val di Fiemme con una antorcha. Observaba los abetos rojos. Cuando descubría uno con un porte sobresaliente, arrancaba un trozo de la corteza y golpeaba el tronco con un pequeño martillo para escuchar con atención el sonido de su golpeo. Si le convencía el resultado, ordenaba talar el árbol y trasladar el tronco a su taller. Para la caja de un violín, Stradivari utilizaba dos tipos de madera: arce de los Balcanes y abeto rojo. Compraba los troncos y luego secaba la madera en la terraza de su taller.

Árboles de una era glacial

Una de las hipótesis que explican el sonido perfecto de sus instrumentos apunta a que el secreto está en la madera de esos troncos supervivientes de una era glacial que heló la zona entre 1645 y 1715, redujo la velocidad de crecimiento de los árboles, compactó los anillos de edad de los troncos y produjo una madera más elástica.

El más stradivarianoMatteo Fedeli es el músico que ha tocado más Stradivarius: 25 en la última década. Lo llaman los propietarios de los violines para que mantenga vivos los instrumentos.

No todos están de acuerdo con que esa sea la razón de su excelencia. Las últimas pesquisas apuntan a que las 50 micras (milésimas de milímetro) de barniz que aplicaba Stradivari son las responsables del enriquecimiento del sonido. Estos estudios sostienen que esta ‘pócima mágica’ la elaboraba Stradivari a partir de una preparación vítrea que endurecía la madera y aumentaba su capacidad de vibrar. Sin embargo, según Simone Sacconi, un experto que ha restaurado 350 Stradivarius, el mítico lutier utilizaba en la elaboración de su barniz sílice, carbón y carbonato de potasio mezclados con cenizas del polvo de prensado. Pulverizaba esta mezcla, la disolvía en agua, la cocía y la decantaba. La extendía sobre la madera y luego la dejaba secar durante meses. El tiempo, dicen, también desempeñaba un papel importante. Hay más teorías: Estudiosos de la Universidad de Cambridge, no obstante, creen que el ingrediente secreto es el uso de cenizas volcánicas.

Distinguir los auténticos

No hay testimonios de los trucos de Stradivari, el célebre artesano (que falleció a los 73 años) no dejó documentación sobre su método de trabajo. Solo dos personas lo conocían: sus hijos Francesco y Omobono, que trabajaban con él en el taller y que también murieron con los labios sellados.

Stradivari murió sin dejar documentación de su técnica. La conocían dos de sus hijos: no la desvelaron

Como en una trama de misterio, la fama de estos instrumentos ha alentado a mafias, estafadores o contrabandistas. Los auténticos Stradivarius se distinguen «por su barniz, semejante a una llama dorada; por la cuidadosa talla de la efe (los agujeros de resonancia); por su forma abombada; por la voluta; y por el cartucho pegado en el fondo del instrumento, con la leyenda. Antonius Stradivarius cremonensis faciebat anno (y la fecha de fabricación)» . Y, obviamente, por su inconfundible y potente sonido.

La joya española... que se rompióEl Cuarteto Palatino es un tesoro irreemplazable del Patrimonio Nacional español. Es uno de los cuartetos mejor conservados del mundo y convive en el Palacio Real de Madrid con otro o violonchelo creado por Stradivari. En abril de 2012, cuando lo estaban fotografiando, el violonchelo del mítico cuarteto se partió. Fue un escándalo estratosférico: no está claro por qué se autorizó ni con qué fin se hizo esa sesión de fotos. Pero tuvo solución, la pieza estropeada se restauró.

Hombres armados

«Cada uno tiene su propia personalidad: por eso se denominan con el nombre de sus propietarios» , explica Matteo Fedeli, el violinista que ha tocado más Stradivarius del mundo, 25 en la última década. A Fedeli lo llaman los dueños de los instrumentos para que los toque. Cuando viaja con los violines, lo acompañan hombres armados, comprensible cuando en el maletín se lleva un objeto que puede valer hasta 15 millones de euros.

Solo los instrumentos fabricados por Giuseppe Guarneri, conocido como Guarneri del Gesú, son equiparables en precio y prestigio a los Stradivarius. Guarneri fue paisano y contemporáneo de Stradivari, ambos fueron aprendices en el taller de Nicolo Amati y compraban las resinas y los pigmentos en los mismos vendecolori que el resto de los artesanos y pintores.

Bruce Tai, uno de los expertos californianos que han analizado los Stradivarius bajo el microscopio, solo encuentra una explicación a la excepcionalidad de estos instrumentos. «Una combinación de buen ojo, buen oído, buenas manos, ajustes constantes y dotes artísticas». En su opinión, la fórmula mágica de los Stradivarius es un asunto más de oficio y talento que de ciencia.

Los expertos han examinado el barniz que aplicó Antonio Stradivari a los instrumentos que fabricó. Contiene una mezcla de sílice, carbón, carbonato de potasio y cenizas. Esta masa la pulverizaba y cocía. La dejaba secar durante semanas y luego la untaba en los instrumentos. endurecía la madera y aumentaba su capacidad de vibración.

Se hizo pasar por un experto en Stradivarius y estafó a instituciones y coleccionistas de todo el mundo.

ietmar Machold estaba en la tienda de instrumentos musicales de su padre en Bremen (Alemania) cuando entró una mujer mayor con un violín: pertenecía a su difunto marido, ella desconocía su valor. Machold se encontró ante una poderosa tentación y la aprovechó: se hizo pasar por un prestigioso experto y se quedó el instrumento para estudiarlo. Vendió aquel violín por 150.000 marcos, pero a la incauta viuda le devolvió otro, por supuesto barato, y le dijo que era invendible. De esa primera estafa –al estilo del financiero Bernard Madoff– el astuto Machold pasó en pocos años a ser el dueño de un castillo, una colección de coches de lujo, un imperio con sucursales en Zúrich, Nueva York, Viena, Berlín... Y desde esa vertiginosa altura cayó, en 2012, hasta una celda de la cárcel de Zermatt, en Suiza, acusado de malversación, fraude y lavado de dinero. Machold se valió de dos armas para pergeñar su engaño: la ignorancia de los demás y las apariencias. Pocos saben distinguir un Stradivarius auténtico de uno falso. Además, algunos de los auténticos tienen varios nombres (por sus diferentes propietarios). Machold se fabricó un prestigio y después lo exprimió. Lo hizo tan bien que los bancos le concedieron grandes créditos, con la única garantía de un par de (falsos) Stradivarius depositados en la entidad por este sofisticado sinvergüenza.

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