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LA TRAGEDIA DE UN HOMBRE RIDÍCULO

TEATRO«El túnel»Autor: Ernesto Sábato. Adaptación: Diego Curatella. Dirección

TEATRO

«El túnel»

Autor: Ernesto Sábato. Adaptación: Diego Curatella. Dirección: Daniel Veronese. Escenografía y vestuario: Rafael Garrigós. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Música: Pablo Salinas. Intérpretes: Héctor Alterio, Rosa Manteiga, Paco Casares y Pilar Bayona. Lugar: Teatro Bellas Artes. Madrid.

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Ernesto Sábato publicó «El túnel» en 1948. En su primera novela mostraba ya las dimensiones de un universo atormentado por el peso de la culpa, marcado por una visión pesimista y angustiosa de la condición humana, un territorio que el autor recorre con un estilo absorbente, como prisionero de una alucinación. Un asesino, el pintor Juan Pablo Castel, narra las circunstancias del crimen que le atormenta: ha matado a María Iribarne, la mujer a la que amó con pasión desaforada y tal vez la única que pudo entender la desolada dimensión de su pintura. Es un oscuro viaje al fondo de sí mismo, el relato de una pesadilla en el que Castel recuerda encuentros, personajes y lugares: la turbadora María, su marido ciego, los peculiares primos que cuidan una finca en el campo, y las conversaciones con la mujer, los tortuosos interrogatorios, la obsesión por cerrarse a los momentos felices y perseguir continuamente la liebre improbable de una sospecha desquiciada, de una contradicción culpable...

Castel es un personaje paranoico, al borde de la esquizofrenia, maniático, misántropo, en perpetua pugna entre su necesidad de amor y el miedo patológico a perderlo, lo que le conduce a un túnel del que nunca vislumbra la salida. Diego Curatella ha trasladado al teatro esa atmósfera obsesiva, que en escena tiene un sesgo de sarcasmo acentuado por la interpretación del gran Héctor Alterio. Como sucedía en «Él», de Luis Buñuel, al corporeizar los celos cervales del protagonista, lo terrible da un salto hacia lo risible. Y, así, el caso desesperado de Castel se transmuta en la tragicomedia de un hombre ridículo. Es una forma de aproximarse a la historia, que el público de la función salpica con sus risas y cierto sobrecogimiento.

En esa línea, Alterio exhibe su amplio registro de matices, de inflexiones de voz, de capacidad corporal, y construye su Castel entre lo pavoroso y lo cómico, muy bien acompañado por el resto del reparto: Rosa Manteiga justifica que un hombre pierda por ella la cabeza, muy sólido Paco Casares y eficaz en su doble papel Pilar Bayona. En un montaje tan sencillo como apropiado, Diego Veronese dirige con equilibrado pulso la perorata de Castel y marca los ritmos de la presencia de los fantasmas que pueblan la memoria del pintor. Notable también la sobria escenografía de Garrigós y la iluminación de Cornejo.

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