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clásica/teatro

El regreso del hijo pródigo

Josep Maria Flotats vuelve al TNC para recitar a Salvador Espriu

El regreso del hijo pródigo efe

pablo meléndez-haddad

Regresó sin grandes ovaciones, recitando al Espriu más elegíaco, inmerso en un espectáculo que nacía a partir de una misa de muertos, la que el compositor Xavier Benguerel escribiera en memoria de Salvador Espriu hace ya más de dos décadas por encargo del Festival de Torroella. Josep Maria Flotats subía al escenario del Teatre Nacional de Catalunya del que fue defenestrado y lo hacía con frac y pajarita, cantándole al poeta del pueblo, al de la cábala, al de "La pell de brau". Rodeado de 150 intérpretes y de la inquietante música de Benguerel, todas las miradas estaban clavadas en este Flotats que regresaba como si de un hijo pródigo se tratase. El mundo cultural local así lo concebía (aunque la ausencia institucional fue aplastante), y la prensa barcelonesa aguantó el cierre de sus ediciones para dar puntual cuenta del acontecimiento: Flotats recitando a Espriu en el TNC.

Lo cierto es que sus intervenciones, extraídas del poemario del literato de Arenys de Mar de "Llibre de Sirera", "El caminant i el mur", "Cementiri de Sinera", "Mrs. Death" y "Les hores", junto al hermoso poema "Cançó de la mort callada", dieron nueva vida al texto en latín de la tradicional misa de difuntos que musicara Xavier Benguerel con irregular acierto. A los poemas originalmente incluidos por el compositor, algunos con un fondo musical en el que predominaba una lánguida guitarra, se unieron ahora otros nuevos, abriéndose paso entre la energética entrega de la masa coral formada por la Polifónica de Puig-reig y por la Coral Càrmina, junto a una OBC de cuerdas bien empastadas y a la atenta dirección de Miquel Ortega.

Flotats fue un solista más, aunque amplificado para no perder detalle de sus inflexiones. Secundó con una voz elegíaca a una experta Marisa Martins, a una sonora Maribel Ortega, a un entregado y concentrado José Ferrero y al correctísimo Àlex Sanmartí, quienes pudieron con una partitura tan difícil de cantar como de interpretar con sentido religioso, de escuchar y de asimilar.

La iniciativa, una coproducción de l'Auditori y el TNC -dos vecinos que se dan la espalda-, es de aplaudir, pero si lo que se pretende es hacerle ojitos al público del vecino, la OBC y Xavier Albertí tendrán que pensar en un repertorio muy distinto.

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