Cinco goles se antojan pocos
De la Peña se erigió en el protagonista del simulacro de partido con detalles técnicos de gran calidad; Villa y Guayre también debutaron

ALMERÍA. Estos partidos -casi un pecado denominarlos así- sólo se pueden medir por los goles que Goliat le pueda endosar a David. No existe otro aliciente. Tienen menos intensidad que un entrenamiento de cualquier equipo de la Primera división española, donde la competencia es mucho mayor y la igualdad entre los teóricos titulares y suplentes origina una pugna mucho más enconada que la desarrollada ayer en el coqueto estadio de los Juegos del Mediterráneo, que así se llama la joyita arquitectónica levantada para tal evento.
Hay que esforzarse para buscarle condimento al partidito. La presencia de Iván de la Peña, su debut con 28 años, se antojaba lo más atrayente. No defraudó. Hizo lo que sabe. Y lo que sabe es mucho y, sobre todo, diferente. Durante el primer cuarto de hora, que fue cuando la selección le puso más empeño e imaginación, el santanderino tiró de repertorio y movió al equipo nacional con la misma soltura que mueve el juego ofensivo del Español. La verdad es que da gusto verle dibujar las pases, golpear el balón, encontrar siempre el hueco, incluso ante un rival que amontona diez hombres por detrás del mismo.
San Marino vino a lo que vino. A demostrar que en su pequeño país no hay hueco para formar dos equipos y por eso los sub 21 se llevaron catorce en la víspera, pero que para tener once que no hagan un ridículo espantoso sí les da. Se atrincheraron atrás y a rezar. España se movió bien en esos primeros quince minutos. Antes del gol de Joaquín forzó cinco llegadas claras. Si hubiera entrado alguna de ellas quizá hubiera crecido la aceleración del pulso del equipo, pero como casi todos los intentos acababan en saque de esquina, fueron cediendo en su empeño.
Para el segundo tanto hubo que esperar otros quince minutos. Fernando Torres, que había rematado mal en dos ocasiones anteriores, fue su autor. Ahí sí se esmeró el rojiblanco. Después de un buen recorte, disparó a colocar y no a romper y el balón acabó dentro y no en las nubes. Y diez minutos después, el tercero. Raúl no quería irse sin mojar y acertó a cabecear un medido centro de Joaquín, de los pocos que dio buenos el bético, que estuvo acertado en la concepción de las jugadas, con buenos regates, pero poco acertado en el último toque.
Más balonmano que fútbol
Se esperaba más al descanso. Más goles, claro, porque jugar al fútbol es difícil ante un equipo que se fortifica en su área y reduce espacios. El partido se fue haciendo cada minuto más monótono y hasta los jugadores daba la impresión de que comenzaban a repudiarlo. Era siempre lo mismo. Parecía más balonmano que fútbol. Circulaciones largas de balón en espera del resquicio para meter una pelota de gol. La verdad es que a su manera, pero tampoco se defendió tan mal San Marino.
Villa y Guti salieron tras el descanso por Raúl y Luque. Luis dejó libre la banda izquierda para Del Horno y colocó a Guti por detrás de los dos delanteros (Villa-Torres) y por delante de los dos medios centro (Iván-Xavi). Una pequeña variación táctica respecto a la primera parte que ya tenía pensada. No sé si por aburrimiento o por dejadez, la realidad es que tuvo menos profundidad el equipo en esa segunda mitad. Algún detalle de Villa, las bicicletas de Joaquín y la exquisitez en los pases de Iván, Xavi y Guti, que parecían querer mejorar en cada toque la excelencia del compañero. El cuarto fue obra de Guti, pero Iván y Torres tuvieron mucho que ver en el invento. Tanto como Xavi y Joaquín en el quinto, que materializó Del Horno en la noche que fue más delantero que defensa.
La verdad es que todos esperábamos más. Más goles, quiero decir.
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