«Aprobado en castidad», el tiempo recobrado
«Aprobado en castidad». Autor: Luis Peñafiel. Dirección: Narciso Ibáñez Serrador. Escenografía y ambientación: Carlos Abad. Vestuario: Carmen de la Casa. Iluminación: Domique You. Intérpretes: Narciso Ibáñez Serrador, Susana Morales, Andrés Resino, Carlos Urrutia, Yolanda Farr, Sandra Barneda, Mari Begoña y Nieves Aparicio. Lugar: Teatro Infanta Isabel. Madrid. Estreno: 4 de octubre.
Tras una cumplida trayectoria como inventor de mucho de lo mejor de nuestra televisión, Narciso Ibáñez Serrador cierra el círculo y regresa a sus orígenes: el teatro, y lo hace, precisamente, con su primera obra, que firma su míster Hyde escénico (o su doctor Jekyll, quién sabe), y en la triple tarea de autor, director y actor. En 1963, «Aprobado en inocencia» -hubo que titularla así porque, en aquella época, la censura paradójicamente prohibió la castidad- fue el gran éxito de la temporada. Reescrita para hilvanar de nuevo las costuras de su personaje con el fin de ajustarlas a su yo de hoy (entonces el protagonista era un veinteañero y ahora es un sesentón) y poner al día algunas referencias, la comedia mantiene tan pimpante su frescura y su inteligencia. «Su única intención es la de hacer reír todo lo posible, sin recurrir a la grosería o la zafiedad», escribe el autor en el programa de mano casi disculpándose por una supuesta falta de pretensiones, como si fuera poca cosa llevar a buen puerto las intenciones enunciadas.
Ibáñez Serrador conoce al dedillo los secretos de la carpintería teatral y lo demuestra en esta comedia modélica de construcción, de dominio del tiempo escénico, de dosificación de los golpes de humor, de sugerencia y de elegancia. El autor y el director establecen una astuta alianza para ofrecer un juguete cómico de acabado -y ambiente- británico, dicho sea para entendernos. No en vano, el escritor coloca a sus personajes bajo la advocación de Noel Coward, para sugerir ese humor de golpe suave y sin estridencias en el que la ironía llega más hondo y más eficazmente que en formulaciones aparentemente más rotundas.
El argumento recoge las tribulaciones de una señora de clase acomodada y felizmente casada al serle sugerido que a su brillante hermano solterón, profesor universitario dedicado sólo al estudio y sin escarceos venéreos conocidos, pudieran no gustarle las mujeres. Los intentos de esta Evelyn, que embarca en la tarea a su marido y a su hijo, por lograr que su hermano Harry se interese por alguna chica, vertebran esta comedia que gira inteligentemente en torno a este estudioso, que aparece lo justo y siempre como catalizador de la acción, marcando sabiamente el ritmo, administrando la información sobre un personaje que sorprende en cada aparición y rubrica la obra con un final redondo, de los de quitarse el sombrero.
El Narciso Ibáñez Serrador director mueve sus piezas, coloca sus trampas y lleva el tempo de la función con magistral eficacia. Y quizá no quepa mayor elogio para el Ibáñez Serrador actor decir que, en la piel de ese Harry elusivo y misterioso, está al mismo nivel que el anterior. Susana Canales, la estupenda protagonista de «Cielo negro», borda el papel de esa Evelyn afanosa, metomentodo y un punto cargante dentro de su carácter entrañable. Andrés Resino, perfecto como el marido de Evelyn, y el resto del reparto completan una de esas funciones que dejan un agradable poso durante mucho tiempo. No se la pierdan.
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