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Depresiones

Según Farmaindustria, la patronal del medicamento, en España hay cuatro millones de personas que padecen algún proceso depresivo. El escalofriante dato se corresponde con otro espeluznante: en los últimos ocho años el consumo de fármacos antidepresivos se ha multiplicado por cuatro.

Sospecho que la televisión actual tiene mucho que ver con todo eso. No por los telediarios que, con la emisión de paranoticias, se han convertido en espacios amables entregados antes a la miscelánea que a la información. Tampoco por los magazines en los que Yola Berrocal, Belén Esteban, Dinio y otros homínidos con cerebro de mosquito lucen su ignorancia rotatoria y rotativa por las distintas cadenas públicas y privadas.

(Por cierto y entre paréntesis: la incorporación de la Berrocal a Antena 3 como «experta» sexológica puede conducir -el que avisa no es traidor- a que nuestros índices nacionales de natalidad dejen de ser los más bajos de Eu-ropa para convertirse, directamente, en negativos).

El pasado jueves vi en Antena 3 a Carlos García Hirschfeld en el programa «Especial máxima tensión». Es el viejo modelo en el que el presentador va dando paso a distintos vídeos en los que se exhiben diversas formas de calamidades. Algo parecido al «gag» del resbalón con la cáscara de plátano del cine mudo, pero sin talento. El viernes TVE-1 ofrecía, con la presentación de Francesc Cruanyes, el mismo engendro -¿eran idénticos los vídeos?- con el título diferente de «Hora punta, lo nunca visto». Ignoro cual de los dos es mimético del otro o si los dos lo son de algún «formato» de importación; pero, ¿cómo no va a crecer la depresión de los españoles, en el supuesto de que hayan superado el drama de los culebrones de sobremesa, o que no se hayan sentido retratados en el esperpento de los «reality shows», si reside en la contemplación de aviadores a los que no les funciona el paracaídas, automovilistas a quienes les fallan los frenos o ciclistas que se estampan contra una pared de piedra? Farmaidustria les debe un homenaje agradecido a Hirschfeld y a Cruanyes: el Prozac de oro o cosa así.

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