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Arán

| PROVERBIOS MORALES |

EN la ofensiva contra la Constitución, el nacionalismo vasco ha cumplido una función análoga a la de los subsaharianos asaltando la frontera española en Ceuta. Han despejado el camino para otros, ni vascos ni subsaharianos. Lo que el PNV ha hecho siempre con ETA -utilizarla como espantajo para amedrentar al Gobierno de turno y ofrecerse como interlocutor razonable- lo ha hecho el frente nacionalista catalán con Ibarreche y lo está haciendo Marruecos con los subsaharianos. Digo yo que los subsaharianos, además de subsaharianos serán otra cosa. La más evidente: negros de África. Y añado, para que no quepan dudas: gente magnífica. Personalmente, me caen mucho mejor que los marroquíes, que los nacionalistas vascos, que los nacionalistas catalanes, que los socialistas y que los de Izquierda Unida. Puede que haya en esto algo de racismo invertido, pero tienen toda mi simpatía. Son valientes, con la valentía de la desesperación. Me enorgullecería tener por compatriotas -y así espero que sea- a esos «seiscientos o setecientos tíos», en gráfica expresión de un policía español, que se lanzaron sobre la valla entre el humo, las pelotas de goma y las balas plateadas de los asesinos con uniforme que los ametrallaban por la espalda.

Pero están sirviendo a designios ajenos. Por cierto, vieja tradición del Islam árabe la de utilizar a los Zangi (o sea, a los negros de África) como fuerzas de choque. En la Edad Media los encadenaban a postes, para que les resultase imposible retroceder ante el embate de los cristianos. Hoy los azuzan con balas de plata, como a los hombres lobo. Nuestros amigos marroquíes los usan para perforar la frontera de alambre o la frontera líquida, con escalas improvisadas o con balsas neumáticas cosidas a navajazos, y luego tienen el morro de decir que representan para Marruecos un problema mucho más grave que para España. Ya lo suponíamos. Por eso nos los echan encima, para quitarse el problema, no te digo. Y si de paso les comen la moral a los ceutíes y a los melillenses, a los delegados del Gobierno, a los presidentes autonómicos y al propio Rodríguez, miel sobre pastela de pollo magrebí. Escuchando las quejas del pobre Driss Yetú, uno admiraba su contención, porque lo único que le faltó fue llamarles salvajes, y no lo hizo. Oye tú, oh, Yetú: aquí decimos que es de bien nacidos ser agradecidos y en vez de amargas lamentaciones por la situación de la economía marroquí, habría quedado bien una lágrima, aunque fuera una sola y furtiva lágrima, por los cinco subsaharianos intrépidos caídos en el campo del honor, tres en un lado y dos en el otro lado de la muralla de tela metálica.

Pero, según Rodríguez, Ceuta no corre peligro de invasión. La avalancha ha sido circunstancial. Cómo se nota que andamos ya metidos en el centenario de Ortega. Claro que sí. Circunstancial. Todo subsahariano es él y su circunstancia. Los marroquíes ya nos van explicando, a su manera, las circunstancias en que cuatro subsaharianos sin otra circunstancia que lo puesto cesaron de ser ellos y sus respectivas circunstancias. Nuestro Hombre sin Atributos deja las explicaciones para luego y pone cara de circunstancias. No es para menos, vistas las circunstancias. Después de que Ibarreche atacara sin éxito la frontera constitucional, los aliados catalanes de Rodríguez se han lanzado en tromba sobre la misma con el refuerzo de CIU. Demasiada circunstancia la de Rodríguez para que cuatro negros de África (además, muertos) y dos ciudades autónomas, antes plazas de soberanía, le quiten el sueño. El género humano, escribió T. S. Eliot, no puede soportar mucha realidad, y si el género humano no puede, Rodríguez mucho menos. El proyecto de constitución catalana aprobado por el Parlament, en cambio, soporta una realidad nacional diferente a la suya propia, la del Val d´Aran, o sea que, para los parlamentarios catalanes (con exclusión del PP, como nos recuerda civilizadamente TVE), Cataluña es una nación de naciones. Por su parte, Arán, nombre vasco que significa «valle», es un valle de valles cuyos habitantes tejen gruesos jerseys de lana cruda, se dedican a la pesca y hablan en gaélico. De no ser así, se sentirían como subpirenaicos arrinconados en un bosque, junto a las frágiles fronteras de España.

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