Alerta máxima para hacer frente a los incendios forestales en un año de extrema sequía
MADRID. Ayer se activó el plan de emergencias contra los incendios forestales de la Comunidad, que durará hasta finales de septiembre. Serán cuatro meses de alerta máxima para prevenir y luchar contra esta lacra que cada verano devasta cientos de hectáreas de bosques de la región.
Aunque, como dice Miguel Allué-Andrade, director general del Medio Rural de la Consejería de Medio Ambiente, «no hay verano bueno» porque «todos son complicados», lo cierto es que este año la sequía que padece la región es un elemento de riesgo que puede adelantar en el tiempo el comienzo de los fuegos.
Si a esta situación se le unieran en el el verano temperaturas muy elevadas, por ejemplo de 40 grados, con vientos del sur o suroeste, el riesgo de incendios alcanzaría su máximo nivel.
Medios
Para hacer frente a este riesgo, las consejerías de Justicia e Interior y de Medio Ambiente han puesto en marcha un fuerte dispositivo que incluye 1.300 bomberos de la Comunidad, 778 agentes, técnicos forestales y personal de las cuadrillas retén y 287 profesionales de apoyo. Este equipo cuenta con más de 300 vehículos de extinción (la mitad de ellos autobombas), seis brigadas helitransportadas, dos helicópteros tipo bombardero y un helicóptero más, de coordinación.
Además, desde el inicio de la campaña operan los cuatro Vehículos de Alta Movilidad Táctica (Vamtac) que la Comunidad comenzó a probar el año pasado y que son pioneros en la extinción de incendios en España.
La movilización y coordinación de los medios se realiza este año por primera vez desde la sede del 112 donde está situada la Central de Coordinación del Operativo (Cecop) del Cuerpo de Bomberos. Esta central está en permanente contacto con el Centro de Comunicaciones y la Central de Valoración y Seguimiento de Incendios Forestales (Cevif) de la Consejería de Medio Ambiente.
El centro de comunicaciones y la central de valoración y seguimiento se encuentran en la sede de la consejería en la calle Princesa. Cuando la central de comunicaciones recibe un aviso de incendio lo pone inmediatamente en conocimiento de los técnicos de la central de valoración, que en muy poco tiempo y gracias a un poderoso programa informático y amplia base de datos realiza un informe sobre el tipo de zona que se trata tanto con mapas tridimensionales como cartográficos, analiza la climatología, los puntos de acceso e incluso realiza una simulación de cómo se puede comportar y propagar el incendio.
La central de comunicaciones pasa el aviso y la documentación a agentes forestales, retenes, bomberos, etc. para que realicen su trabajo con la mayor eficacia.
Desde el lado de la consejería de Medio Ambiente una de las filosofías que inspira su actuación es la unidad operativa entre prevención y extinción. Así, ingenieros, agentes forestales, peones de cuadrillas que en verano tienen que luchar contra las llamas son los mismos que en las épocas de menor riesgo trabajan en tratamientos preventivos. Las cuadrillas, pertenecientes a empresas especializadas, están dirigidas por los funcionarios de la consejería e integradas por personas con experiencia y preparadas con concursos especializados.
La experiencia y el conocimiento profundo de la lucha contra el fuego es el gran valor del Cuerpo de Bomberos de la Comunidad cuyo nacimiento está ligado a la prevención y extinción de los incendios forestales. Una profesionalidad que se pone aún más de manifiesto en verano cuando la batalla contra los incendios concentra la mayor parte de su actividad.
Colaboración ciudadana
Otra de las novedades de este año es la creación de las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF). Se trata de un total de 24 expertos dependientes de la Dirección General de Medio Natural que han recibido una formación específica de alto nivel.
Pero todos estos medios humanos y personales se vería mermado si los ciudadanos no colaboran.
Según Allué-Andrade, el principal problema de la Comunidad en materia de incendios forestales son los originados por negligencias.
Se trata de fuegos «de origen humano -dice- pero que no son intencionados porque la persona que lo provoca no tiene ninguna intención de quemar el monte». El problema es que ésta hace un uso «defectuoso» del fuego y al final quema el monte. Hay que ser conscientes, indica, que «el fuego seguro no existe».
Por ello, añade el director general, hay que «acostumbrarse» cuando uno va al campo a llevarse la comida preparada de casa y desterrar «esa mentalidad muy española de que cuando vamos al monte forzosamente es preciso hacer uso del fuego para poder comer». Esta práctica en determinados lugares de la Comunidad como, por ejemplo, el suroeste, convierte al monte en un verdadero polvorín.
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