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Cui prodest?

EN la investigación de conductas humanas aconsejan los expertos que se comience por la pregunta que encabeza esta carta: ¿a quién beneficia? Con la ignorancia que me dan mis nulos estudios de medicina, veterinaria o biología, pero con la sapiencia que me da una crianza entre vacas y ovejas, muchos años de asiduas lecturas, algunos de investigación, me atrevo a formular algunas inquietantes preguntas. La psicosis de temor que se ha expandido por Europa con el asunto de las «vacas locas» ¿tiene algún beneficiario?, ¿alguien sale ganando con que temamos consumir carne de vaca española, francesa...? Hace apenas unos meses, el consumidor europeo estaba preocupado por los alimentos transgénicos y el uso de hormonas en el engorde del ganado. Hoy, la ola de las «vacas locas» ha borrado de un plumazo toda referencia a estos dos problemas, no solo de la Prensa, sino también de la política o de la diplomacia. En la primera mitad del siglo XX era normal ver, a la cola de cada rebaño, cuatro o seis ovejas cansinas, tambaleantes y medio atontadas. Eran las «ovejas modorras». Con menor frecuencia aparecía algún caso de «calabaciello» en las vacas, cuyos síntomas coincidían de forma sospechosísima con las imágenes que transmiten de las «vacas locas». Si el dueño era suficientemente avispado, antes de que al animal se le hincharan los ojos y comenzase a moquear y a babarse, se eliminaban cabeza y vísceras y el resto era útil para el consumo. ¿Cuánto de novedad hay en la enfermedad de las «vacas locas» y cuánto del antiguo «calabaciello»?

No tengo las respuestas claras, pero sigo sospechando: «cui prodest?»

Germán Suárez Blanco.

Oviedo.

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