Pequeños paseos con tapa
Taberna el Nuevo Gallo: Tradición y modernidad
Si elegimos una mesa del fondo asistiremos a un lujo inigualable: la presencia, ante nuestra misma cara, de las ruinas del templo romano de Claudio Marcelo
Vicente Sánchez
Sentados en un banco de forja y ante la atenta mirada de un Custodio, contemplamos una plaza asimétrica e irregular que proporciona a la vista las más variadas perspectivas. En efecto, en la plaza de la Compañía, a cada punto cardinal al que orientemos nuestra ... vista el panorama cambia por completo. Lugar espontáneo y caprichoso donde los distintos edificios se despliegan en una línea de entrantes y salientes que configura su auténtica personalidad. Se puede aprovechar este remanso de paz y tranquilidad para abstraernos de la bulliciosa e hirviente plaza de las Tendillas. Iniciamos nuestro paseo por la estrecha calleja del Reloj, donde aún rezuma en la memoria el olor a vino antiguo de las desaparecidas Bodegas Pozo. Al llegar a Ambrosio de Morales, la desolación nos envuelve el ánimo al ver la fachada de la Real Academia de Córdoba; sucia, abandonada, con hierbajos en sus balcones y pintarrajeada. En el edificio colindante, al lado de tanta mugre, un insólito y singular cartel, que los académicos no han debido leer: «Por favor, impidan que los perros orinen en las fachadas de las casas. Cuidemos Córdoba. Patrimonio de la Humanidad».
Continuamos calle abajo dejando a la derecha la atractiva Cuesta Lujan para de inmediato saludar, a la izquierda, a la imperecedera Casa Rusi (1903) de la que todo cordobés que se aprecie como tal, ha de tener, por lo menos una vez en la vida, un tocado de esta magnifica sombrerería. De inmediato topamos con la calle Nueva, en rigor Claudio Marcelo, y al cruzarla recalar en la taberna el Nuevo Gallo donde apaciguar los clamores del cuerpo con una copa y una tapa.
Desde su barra, esperando ser atendidos, dirigimos una mirada circular a la sala para descubrir una estancia bien proporcionada con un decorado armonioso. Las mesas de madera con tapa de mármol transpiran aires de taberna antigua . En contrapunto las enormes y flamantes cristaleras exteriores aportan luz y modernidad . Y hacen que la vida de la calle se muestre cercana sin perder el mínimo de la necesaria intimidad.
Si elegimos una mesa del fondo asistiremos a un lujo inigualable: la presencia, ante nuestra misma cara, de las ruinas del templo romano de Claudio Marcelo . Pedimos una copa de Amargoso, el clásico vino de la antigua taberna El Gallo del que Javier Tafur decía que «incita a la ironía y deja un poso de escepticismo en la memoria». A día de hoy es un vino soso, de tenue olor y sabor que los tiempos han desprovisto de su bonito color pajizo de antaño. Su ligereza permite acompañarlo con el plato por excelencia que unifica lo antiguo con lo moderno: las gambas rebozadas , exquisitas, de un bonito color dorado de su rebozado y con una textura crujiente.
Esta casa es una buena muestra de cómo compaginar lo viejo con lo nuevo para adaptarse con elegancia a los tiempos actuales sin perder las referencias de nuestra historia.
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