Manuel Gavilán, el 'Tabernero de honor' que empezó a los nueve años y se negó a jubilarse
«Iba por la calle como un zombi». Esa es la descripción del único mes de jubilación que tuvo Manuel Gavilán, al que el aula del Vino ha entregado la distinción de ‘Tabernero de honor’ en la Bodega de Antonio Figueras, situada en los sótanos ... del pasaje que hay al principio del Bulevar del Gran Capitán. Y es es que tras una trayectoria de más de 30 años, este conocido hostelero decidió jubilarse a los 63 y apenas aguantó 30 días . «Parecía que estaba ido». Acostumbrado al movimiento constante hizo una hazaña pocas veces vista en el país, volver al trabajo. Un español que se niega a jubilarse, algo casi imposible de observar en la naturaleza. Y así, camino de los siete años, sigue impartiendo su magisterio en El Olmo, céntrico restaurante situado en Historiador Díaz del Moral.
Y no es de extrañar que su carácter esté forjado en el ajetreo constante y aceleradísimo de esta labor. Empezó a los 9 años en donde se conoció como Benítez chico, ya que el lugar tuvo otro negocio mayor, fruto del carácter emprendedor de Juan Benítez . «Empecé el 4 de mayo de 1962, y el 27 de octubre de ese año cumplía yo los diez». Eran otros tiempos desde luego. «Estaba yo muy delgadillo, y allí no había nada de cocina, era todo frío, así que mi padre que en paz descanse fue a hablar para ver si me podían pasar a otro negocio de la casa, el Savarín, para comer por lo menos caliente». Gavilán vivía al final del Campo de la Verdad, donde empezaba la vieja carretera de Castro, y muchas veces tenía que ir y volver andando, «con diez añitos, cuando podía venir mi padre a por mí venía, pero cuando no podía no, he pasado miedo que para mí se queda».
Manuel Gavilán, junto a su familia y amigos. Un nieto del premiado muestra el diploma
El ‘Tabernero de honor’ diferencia el carácter de la hostelería de aquella época como más señorial, pero por algo muy sencillo: «de medio pelo para abajo nadie podía permitirse ir a un restaurante», recuerda con sentido del humor mientras rememora algunos grandes apellidos cordobeses que componían la clientela entonces. También resalta la mayor educación existente, aunque desde su punto de vista la competencia actual ha hecho mejorar muchos otros aspectos, «aunque hay que trabajar el doble para ganar lo mismo».
Gavilán conoce el oficio desde los dos lados, como empleado y como jefe, ya que posteriormente estuvo al frente de Benítez (el situado en Gran Capitán, se lo quedaron los empleados) y regentó El Patio y El Patio II, conocidos por sus embutidos y conservas. «así que lo he hecho todo, me puedo morir tranquilo». Ahora no ve el momento de dejar El Olmo, puesto que los clientes le conocen y no quiere abandonarlos, muchos lo eran en los diversos sitios donde ha trabajado, y la fidelidad a ellos y al oficio se impone.
En la bodega de Antonio Figueras se han sucedido diversas intervenciones. Curiosamente la de Manuel López Alejandre y Marisol Salcedo coincidieron en solicitar que los taberneros de Córdoba se asemejasen a Manuel Gavilán en simpatía y disposición de atender al público, dejando atrás aquello del carácter «sieso». Por su parte Pedro Peña, del grupo de las empresa Benítez, ahondó en los valores personales del homenajeado. Cerró el acto el concejal de Comercio, Antonio Álvarez.
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