ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
La palabra imaginada (29): El fuego que quema
'De la música al fuego'. Col. Ulises. 2001. María Antonia Ricas
La palabra imaginada (28): Te hablan los objetos
![Tomada en el Palacio de Galiana (Huerta del Rey)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/05/24/ricas2-RYMS7WJoWIWX5uazsqTsWbK-1200x840@diario_abc.jpg)
En la Almunia Real, la Princesa Adivina
Ella conoce jazmineros
en la Huerta del Rey,
el kamanjeh de agosto, el pájaro
que bebe de la alberca.
Es un amor sin primer día
como un baño de sombra.
Ella conoce jazmineros
melodiosos
con sus túnicas al poniente,
con los jilgueros de morado
pico por un festín de fresas,
y acaba su poema;
¿quién rema hacia la orilla
del río y apresa un perfume?
Ella lo ve,
se siente bien entre fantasmas,
recompone el ritmo, el paso
de la tarde
y las mujeres que azulean
a su lado
oyen.
Quisiera que su amado...
y según las estrellas trazan
signos, venablos hasta el agua,
leerle su futuro,
repetirle.
Las estrellas de olor, del río,
taqsim de soledad.
Es un amor sin primer día
como un baño de sombra.
![Tomada de Elaheabed](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/05/24/ricas1-U61061038526Rbn-760x427@diario_abc.jpg)
Tajt-i-Sulayman
Levanto con la punta del zapato vidriados azulejos de tristeza
no para sonreír en la renuncia
de las santas,
desde la soltería
de las mariposas o desde el pozo
que recoge
monedas.
He tendido un cuerpo disciplinado en el dajma del ritual del silencio,
ese cuerpo
que cruzaba sus brazos sobre el pecho y se balanceaba con el tambor
de la privación,
de la biografía que conocen los buitres al desgarrar los costillares
del recuerdo.
Qué grito he dado cuando reconozco que mi altura es la altitud de la lengua
del fuego,
que cuando muevo mi tobillo alzando tantos adornos tristes y bonitos
como vidrios
aflora el agua y se desborda un lago donde sólo mirarse es encontrar
un cuerpo que te besa, un nuevo cuerpo
mío
que te besa...
cuando el fuego estimula algo sagrado
que estaba adormecido,
cuando el agua no suaviza tu boca, no se opone a la llama que te invita
a la muerte
apasionada.
Qué grito en filo, mineral, qué golpe que recorre las torres del silencio
triturando
los cráneos de la culpa, el podrido tuétano, la pestilencia untuosa
de la culpa.
Qué grito al verme erguida, llameante
en el agua.
Hay un bosque sin tregua en este lago, una hoguera fragante que pronuncia.
Y te alcanza.
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