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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La palabra imaginada (29): El fuego que quema

'De la música al fuego'. Col. Ulises. 2001. María Antonia Ricas

La palabra imaginada (28): Te hablan los objetos

Tomada en el Palacio de Galiana (Huerta del Rey)

MARÍA ANTONIA RICAS

En la Almunia Real, la Princesa Adivina

Ella conoce jazmineros

en la Huerta del Rey,

el kamanjeh de agosto, el pájaro

que bebe de la alberca.

Es un amor sin primer día

como un baño de sombra.

Ella conoce jazmineros

melodiosos

con sus túnicas al poniente,

con los jilgueros de morado

pico por un festín de fresas,

y acaba su poema;

¿quién rema hacia la orilla

del río y apresa un perfume?

Ella lo ve,

se siente bien entre fantasmas,

recompone el ritmo, el paso

de la tarde

y las mujeres que azulean

a su lado

oyen.

Quisiera que su amado...

y según las estrellas trazan

signos, venablos hasta el agua,

leerle su futuro,

repetirle.

Las estrellas de olor, del río,

taqsim de soledad.

Es un amor sin primer día

como un baño de sombra.

Tomada de Elaheabed WIKIPEDIA

Tajt-i-Sulayman

Levanto con la punta del zapato vidriados azulejos de tristeza

no para sonreír en la renuncia

de las santas,

desde la soltería

de las mariposas o desde el pozo

que recoge

monedas.

He tendido un cuerpo disciplinado en el dajma del ritual del silencio,

ese cuerpo

que cruzaba sus brazos sobre el pecho y se balanceaba con el tambor

de la privación,

de la biografía que conocen los buitres al desgarrar los costillares

del recuerdo.

Qué grito he dado cuando reconozco que mi altura es la altitud de la lengua

del fuego,

que cuando muevo mi tobillo alzando tantos adornos tristes y bonitos

como vidrios

aflora el agua y se desborda un lago donde sólo mirarse es encontrar

un cuerpo que te besa, un nuevo cuerpo

mío

que te besa...

cuando el fuego estimula algo sagrado

que estaba adormecido,

cuando el agua no suaviza tu boca, no se opone a la llama que te invita

a la muerte

apasionada.

Qué grito en filo, mineral, qué golpe que recorre las torres del silencio

triturando

los cráneos de la culpa, el podrido tuétano, la pestilencia untuosa

de la culpa.

Qué grito al verme erguida, llameante

en el agua.

Hay un bosque sin tregua en este lago, una hoguera fragante que pronuncia.

Y te alcanza.

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